Una legislación muy restrictiva ha impedido hasta ahora que los gases licuados de petróleo (GLP, o gas de automoción) sean una alternativa real a los combustibles actuales. Han sido las presiones medioambientales las que les han han abierto las puertas, por su menor impacto ecológico.
Procedentes en un 65% de los pozos de gas natural, se benefician de unos precios “políticos” que los hacen más que interesantes, como en su día ocurrió con el gasóleo. ¿Qué pasará cuando su uso se generalice? Probablemente subirá, pero eso no será antes de, por lo menos, 2018, cuando se revisará casi con toda seguridad la política tarifaria del Impuesto Especial de Hidrocarburos.
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La avanzadilla de Chevrolet. La tercera marca en volumen de ventas del mundo es la que más está apostando por los gases licuados de petróleo. Todos los modelos de su gama ofrecen, por lo menos, una versión adaptada al GLP. En el caso del Cruze, son 1.6, 1.8 y 2.0 de gasolina. | OPEL… Y 17 más. El Corsa C’Mon de 80 caballos es uno de los modelos disponibles con mecánica adaptada al uso de GLP. En total, dieciocho marcas ofrecen esta tecnología en alguno de sus modelos. |
Hasta entonces, el GLP es una opción atractiva. El coche tiene dos depósitos, y el conductor puede elegir el tipo de combustible que desea utilizar (siempre interesa primero el GLP) o dejarlo a la “decisión” de la mecánica, que siempre utilizará el gas licuado de petróleo, salvo en los arranques o cuando el depósito se agote. Entre sus ventajas está también una disminución de las averías, costes inferiores de mantenimiento y mayor duración del automóvil. La garantía, la misma que para el resto de la gama.
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Adaptar el coche a la tecnología GLP también es posible mediante un kit que instala la empresa Ferrosite (fabrica un millón de sistemas al año en la UE) por unos 1.500 euros; pero ojo, porque en ese caso no te podrás beneficiar de ninguna de las ventajas fiscales que ofrecen los modelos nuevos.
Marta García Fernández