Aunque Trevor Cox piensa que la cultura juega un papel fundamental en lo que consideramos repulsivo, la tendencia a sentir asco por los sonidos de las enfermedades es probablemente instintiva, y podría ser resultado de la evolución de un mecanismo que evitara ser contagiado por el vecino.
En 2004, Val Curtis, de la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical llevó a cabo un estudio utilizando fotos repugnantes en vez de sonidos, y concluyó que la enfermedad es la característica más universalmente repulsiva. Y para que conste, la medalla de oro fue otorgada a la fotografía de unas encías infectadas con huevos de parásitos lo suficientemente grandes como para provocar un auténtico vómito.
Redacción QUO