Si es con fines sanitarios, sí. Porque mucho antes de que surgiera la polémica sobre su aplicación en violadores la castración química nació como terapia contra el cáncer de próstata. La testosterona alimenta los tumores y los hace crecer; pero si desaparece la hormona masculina de la sangre, disminuyen de tamaño.
Por eso, hasta la década de 1950, la extirpación quirúrgica de los genitales masculinos era el remedio extremo para los pacientes de esta enfermedad. Pero, en 1952 se empezó a experimentar con una terapia hormonal basada en fármacos que actuaban sobre la hipófisis, inhibiendo en un 90% la producción de testosterona e impidiendo que el 5% restante se sintetizase con las células cancerígenas. El efecto colateral es que, al eliminar la hormona masculina, desaparece el deseo sexual, igual que en la castración física.
Enviada por Amanda Velásquez, correo electrónico
Redacción QUO