Lo normal es que las células de sangre, músculos, piel o plumas no sobrevivan en los fósiles más allá de los cuatro millones de años. Mucho para nosotros, poco para los paleontólogos. Sin embargo, un grupo de investigadores británicos ha hallado lo que podrían ser glóbulos rojos (con su núcleo y todo) y fibras de colágeno en ocho fragmentos de hueso dinosauriano de hace nada menos que 75 millones de años.
Pero lo realmente extraordinario es que esas muestras llevaban un siglo en el Museo de Historia Natural de Londres (Reino Unido) y no presentaban un estado de conservación especialmente bueno. Sergio Bertazzo y Susannah Maidment, del Imperial College de Londres, autores del estudio publicado hoy en Nature Communications, advierten que aún hacen falta más pruebas para confirmar la naturaleza de las estructuras descubiertas. Si tienen razón, los paleontólogos podrían empezar a plantearse rastrear ese tipo de material blando en más fósiles, porque los glóbulos rojos podrían darnos pistas sobre en qué momento la evolución convirtió a los dinos en animales de sangre caliente, mientras el colágeno serviría para ayudar a establecer las relaciones de parentesco entre los distintos grupos de especies.
[image id=»69325″ data-caption=»Las imágenes al microscopio muestran las diferencias de densidad del material, reflejadas en los colores. © Sergio Bertazzo» share=»true» expand=»true» size=»S»]Para realizar su trabajo, los expertos observaron las muestras, de un dinosaurio cuya especie no se ha determinado, con un microscopio de electrones que les permitió ver la localización, estructura y composición de los tejidos que les interesaban. Después las seccionaron con un haz de iones y sometieron el interior a otro microscopio de electrones de transmisión.
[image id=»69324″ data-caption=»Uno de los fósiles examinados: un fragmento de garra de un dino terópodo cuya especie no se ha determinado. © Laurent Mekul» share=»true» expand=»true» size=»S»]Al comparar los supuestos glóbulos rojos con muestras de sangre de un emu actual, vieron que coincidían en esencia. Ahora someterán a esta técnica otros fósiles para determinar cómo de frecuente es esta conservación de tejidos blandos, hasta qué fecha puede remontarse y por qué se ha producido.
Pilar Gil Villar