Cambiar la camiseta con el contrario después de un buen partido demuestra que el enfrentamiento ha quedado atrás y que ha dejado de ser un rival hasta tal punto que no le «deshonra» llevar su camiseta. Pero es verdad que, aunque cada vez es más frecuente, originalmente (en las primeras copas mundiales) se trataba de una práctica reservada a las grandes ocasiones.
Los jugadores guardaban la camiseta del oponente para recordar una final o un partido especialmente disputado o importante. También hay jugadores a quienes les gusta conservar un recuerdo de que se enfrentaron a alguna estrella que saben que será histórica, casi como haría un aficionado cualquiera. Es el caso del ex jugador del Valencia, Pablo Aimar o del defensa del Fenerbahce, el brasileño Roberto Carlos.
Enviado por José Luis Puente, correo electrónico
Redacción QUO