Cuando tragamos, ponemos en marcha un complejo mecanismo de coordinación entre un movimiento voluntario que se inicia en la faringe y otro automático a lo largo de todo el esófago (el “tubo” que conecta la garganta con el estómago).
En situaciones de especial emoción se alteran, e incluso se detienen, las contracciones automáticas del esófago. Así, intentar tragar siquiera saliva es imposible mientras el órgano no recupere su habitual cadena de contracciones. Eso es lo que da lugar a la sensación de “nudo”.
Enviada por Irene Martín Tamayo, correo electrónico
Redacción QUO