Los números hablan por si solos: de las 648 personas muertas por el impacto de un rayo en EEUU entre 1995 y 2008, el 82% eran hombres, y por mucho que intentemos manejar explicaciones de tipo biológico -contenido extra de hierro en el cráneo, o propiedades altamente conductoras de la testosterona-, al final hay que dejar paso al argumento de la estupidez.
Peter Todd, un psicólogo conductista de la Universidad de Indiana, sospecha que las diferencias entre ambos sexos se remontan al sistema básico de estímulo-recompensa que ha formado parte de nuestro entramado biológico durante miles de años. Para la mujer, afirma Todd, las ancestrales prioridades biológicas han sido siempre las de proteger su rol reproductivo y cuidar de sus retoños, lo cual descartaba cualquier inclinación por atraer a sus potenciales parejas exhibiendo conductas arriesgadas.
Pero para el hombre, el riesgo de ser alcanzado por un rayo podría quedar en segundo plano ante la necesidad de demostrar a sus competidores -y a sus hipotéticas parejas- que no tiene miedo alguno ante el peligro.
Redacción QUO