En general, los objetos naturales, sí: en su formación, habitualmente a partir de nubes y posterior aglomeración por impactos, como el momento angular se conserva, es lógico que el cuerpo formado gire. En el Sistema Solar giran todos los cuerpos, desde el Sol hasta el núcleo de cualquier cometa, asteroide o planeta enano, y todos los planetas. Los satélites naturales también.
En el caso de cuerpos artificiales, la cosa puede cambiar, porque tienen “actitud”; es decir, su posición y su movimiento se pueden variar mediante propulsores o giróscopos. Por ejemplo, mientras observa un objeto, el Hubble permanece apuntándole, por lo que suspende su orientación con respecto a la Tierra.
Javier Armentia
Planetario de Pamplona
Enviada por Mateo de la Cuesta, correo electrónico
Redacción QUO