Suelen lograrse unos 20 grados más que en el exterior. Lo que mantiene caliente el iglú no es el hielo en sí, sino la bolsa de aire que queda atrapada en su interior.
El hielo, por su densidad, es un magnífico aislante, así que basta con que se caliente la estancia con el calor corporal y se cierre con alguna piel la entrada para que el aire interior, que ya está caliente, no salga. Aun así, la temperatura no suele subir de los 7ºC, aunque dentro se haga fuego. El frío exterior impide que se derrita la estructura.
Enviada por Paco Prendes, Córdoba
Redacción QUO