La impactante cola del pavo real se ha convertido en el símbolo del coqueteo masculino en el mundo animal. Sin razón alguna, según la investigación que Jessica Yorzinski han publicado en el Journal of Experimental Biology.
Para descubrir si a las pavas les interesaban más los “ojos” irisados del apéndice o sus plumas azules y esmeralda, les colocó unos cascos con dos cámaras: una que grababa lo que tenían enfrente y otra que seguía los movimientos de su mirada. Al cruzar la información de ambas, averiguó en qué se fijaban exactamente los animales. Y sí, se fijaban en los machos que intentaban conquistarlas, primero desde atrás y después contemplándolos de frente. Pero en total sólo dedicaban entre un 21 y un 27% del tiempo al magnífico abanico desplegado. Y principalmente a la parte inferior, ya que apenas miraban la superior, al igual que la cresta y la cabeza de los machos.
Además, la presencia de un pretendiente no conseguía interrumpir su permanente búsqueda de alimento, ni la alerta para detectar posibles enemigos, tareas que compaginaban con el examen del candidato.
Pilar Gil Villar