Una de las actitudes humanas más conocidas por todos es la facilidad que tenemos para escurrir el bulto y echarle la culpa a otro de nuestros errores. Esto es lo que muchos expresamos como ‘echarle el muerto a otro’, una expresión que lleva con nosotros desde la Edad Media.
Como sabéis, por aquellos tiempos los bandoleros, villanos y reyertas estaban al orden del día. Los asesinatos se cometían a diario hasta que las autoridades decidieron intervenir, ya que se encontraban bastantes cadáveres al amanecer tirados en la calle.
El castigo sería, si no aparecía el culpable del acto atroz, que el pueblo entero sería obligado a pagar una multa al rey. Claro, la picardía no se hizo esperar. Si algún aldeano encontraba un cadáver tirado avisaba a otros vecinos para llevarlo a una población cercana y lavarse las manos, evitando así que el oro saliera del bolsillo.
* Publicado en Quonectados nº 219
Redacción QUO