La invasión de especies exóticas como el arbusto Fallopia japonica o las ardillas grises (Sciurus carolinensis) amenazan las economías y los medios de vida de los residentes de algunas de las naciones más pobres del mundo, según señala un nuevo estudio publicado en Nature Communications.
Un ejemplo de esta amenaza es la reciente afluencia de polillas Diamondback, transmisoras de la enfermedad de Panamá, que han diezmado las plantaciones de banano en el centro y sur de América o la tuna (Opuntia ficus-indica), que ha devastado grandes zonas de la sabana africana provocando la desnutrición del ganado y que los habitantes del área pierdan gran parte de sus sustento.
De acuerdo con la investigación, liderada por Regan Early, de la Universidad de Exeter , el daño causado por las especies no autóctonas amenazan la biodiversidad global y las economías provocando pérdidas globales por valor de más de un billón de euros. Pueden transmitir enfermedades, perjudicar seriamente los sistemas de ríos y pozos, evitar que el ganado se alimente y comerse a otras especies o competir por los recursos.
Este problema era a menudo visto como un dilema del primer mundo, pero los expertos han demostrado que estas invasiones también amenazan los últimos reductos de biodiversidad que quedan en las economías más frágiles del mundo. De hecho, una sexta parte de la superficie terrestre es altamente vulnerable a la invasión, incluyendo áreas sustanciales en las naciones en desarrollo y zonas con diversas especies de aves y plantas.
Para elaborar el informe, los científicos han recolectado información sobre el comercio, en particular las plantas y los animales domésticos y el transporte aéreo y compararon esta información con los datos sobre el cambio climático, la fauna y la agricultura.
“La acelerada globalización – señala Early – dará lugar a invasiones en países que tienen menos capacidad para tratar con estos problemas. Necesitamos más cooperación internacional, y los EE.UU., Australia y países de Europa deben compartir sus conocimientos”.
Para Inés Ibáñez, de la Universidad de Michigan y coautora del estudio, “en los próximos años, los impactos negativos asociados con la introducción de especies nocivas es probable que se vean agravados por otros factores de estrés global, como el cambio climático, la degradación del paisaje y la contaminación. Los países desarrollados y en desarrollo, especialmente estos últimos, pueden carecer de la infraestructura operativa para prevenir y tratar con esta amenaza”.
Juan Scaliter