Todo, bueno todo lo verde, comenzó hace 1.500 millones de años atrás. En aquel entonces, un antepasado de las algas atrapó a una una bacteria fotosintética en su interior y se sirvió de ella para comenzar a realizar este proceso y así comenzar a poblar el planeta de verdes y permitir la existencia de animales complejos que se alimentaran de ellas. Esto es algo que la ciencia ya ha estudiado profundamente. Pero hubo otro robo o secuestro que aún no había sido resuelto del todo. La culpable fue una pequeña ameba, la Paulinella, que hace unos 100 millones de años, secuestró una bacteria para obtener de ella genes que había perdido.
Ahora, expertos de la Universidad de Rutgers, han descubierto cómo esta pequeña ladrona perpetró el robo. «El principal hallazgo del estudio – explica el líder del equipo, Debashish Bhattacharya, en un comunicado de la universidad –es que el mundo microbiano, que sabemos que está lleno de genes valiosos, puede mover dichos genes entre organismos de acuerdo con las necesidades. Cuando un microbio tiene un déficit de genes, puede resolverlo obteniendo ese gen del medio ambiente. Esto demuestra cuán fluidos son los genomas microbianos”.
Claro que este intercambio solo ocurre entre bacterias… o superhérores. “La gente no debería hacerse a la idea de que los seres humanos obtendrán genes de bacterias de este modo en los próximos tiempos – explica Dana C. Price, coautor del estudio, publicado enProceedings of the National Academy of Sciences –. Esto solo ocurre en la vida microbiana, bacterias y organismos unicelulares”.
Gracias a este estudio, los investigadores lograron revelar una incógnita que había perseguido a los científicos durante años. Desde hace tiempo se sabe que las células que se encuentran en el interior de otras, ya no pueden compartir ADN con las de su propia especie y tienden a acumular mutaciones perjudiciales en su genoma. Este proceso, que a la larga lleva a la muerte, se conoce como trinquete de Muller (en honor al genetista Hermann J. Muller), debería haber sido una condena de muerte para la ameba, pero los expertos descubrieron que cada vez que Paulinella perdía un gen, robaba otro que que cumplía la misma función.
«La evolución siempre encuentra un camino – concluye Bhattacharya –, en este caso sustituyendo los genes rotos por otros que encuentra en el ambiente. Quién sabe, quizás en unos 100 millones de años, los descendientes de Paulinella podrían convertirse en las plantas dominantes en nuestro planeta”.
Juan Scaliter