En la mayoría de los países, los invertebrados, excepto algunos cefalópodos, no están sujetos a las normas que se aplican a las investigaciones científicas en animales y por ello no se sabe exactamente cuántos se utilizan. Y pese a ello constituyen algunos de los sujetos más frecuentes en los laboratorios, como las moscas de la fruta o los gusanos. De hecho en los últimos 50 años han contribuido a obtener 5 premios Nobel en el campo de la medicina. Y pese a ser considerados muy por debajo en la evolución, sí se sabe que experimentan dolor y estrés. Así, el debate sobre cómo se los trata, no ha sido abordado con mucha frecuencia.
“Si bien es cierto que ya hay estrictos protocolos establecidos para la investigación con ciertos animales – explica Cody Gilbertson, autora principal del estudio que se publicará en Journal of the American Association for Laboratory Animal Science – hay que asegurarse de que no sienten dolor y que son tratados de forma humanitaria. Pero la verdad es que no hay mucho ahí en relación con el tratamiento de los invertebrados”.
Tradicionalmente, la eutanasia para los invertebrados implica una dosis letal de alcohol etílico o etanol, pero cuando los caracoles se vierten en una solución del 95% de alcohol, muestran signos de estrés físico: sus tentáculos se retraen rápidamente, expulsan moco, defecan y se retuercen en su concha, lo que hace que su tejido sea más difícil de recuperar para los investigadores.
Lo que Gilbertson descubrió es que la solución podría ser un baño previo de cerveza, que tiene un 5% de alcohol aproximadamente. Esta actúa como un sedante e inmoviliza a los caracoles y no muestran signos de sufrimiento físico. Luego sí se los pasa a un recipiente con un 95% de alcohol.
El proceso es muy similar a la utilizada con los animales domésticos, cuando un veterinario seda a un perro o un gato antes de la administración de una dosis final de un fármaco.
“Queríamos encontrar una respuesta humanitaria a la eutanasia en invertebrados – señala Gilbertson en un comunicado de la universidad –, especialmente en los caracoles de tierra. Buscábamos un modo de minimizar el sufrimiento y el daño a los tejidos que se produce cuando se los pone directamente en alcohol etílico del 95%. Todavía no estamos seguros de si los caracoles experimentan dolor, pero los veterinarios están buscando cambios en la estructura del tejido para comprender cómo están reaccionando”.
Juan Scaliter