La primera niña criogenizada del mundo. J.S., sufría un cáncer terminal y, antes de morir, escribió una carta rogando que le permitieran congelar su cuerpo legalmente. Esta es parte de aquella carta que conmovió a un juez y a todo aquel que la leyó: “Se me ha pedido que explique por qué quiero hacer una cosa tan inusual. Solo tengo 14 años y no quiero morir, pero sé que moriré. Creo que ser criogenizados nos da la oportunidad de ser curados y despertados incluso en cientos de años”.
A 196 grados bajo cero y cubierta de nitrógeno líquido en un tanque blanco, la niña que escribió estas palabras es hoy una simple referencia numérica en el Cryonics Institute de Michigan (EE. UU.). Paciente 143. Ingresó en esa institución, ya cadáver, el pasado mes de octubre. “No quiero ser enterrada bajo tierra –continúa la carta–. Quiero vivir y vivir más tiempo, y creo que en el futuro pueden encontrar una cura para mi cáncer y despertarme. Quiero tener esa oportunidad. Ese es mi deseo”.
[image id=»87009″ data-caption=»PROYECTO LÁZARO. El cineasta Mateo Gil ha dirigido la historia de Marc, un hombre que descubre que padece una enfermedad mortal. Incapaz de aceptar la muerte, decide criogenizar su cuerpo.» share=»true» expand=»true» size=»S»]Conmovido por tan inusual petición, el juez Peter Jackson autorizó la criogenización de la niña. J. S. se despidió en otoño con la esperanza de volver cuando la ciencia haya encontrado la cura definitiva para su enfermedad. A esta temperatura, las células y su metabolismo se paralizan y se desactiva el proceso de descomposición.
Como ella, hay ya más de 300 personas muertas cuyos cuerpos aguardan congelados la vuelta a la vida en alguno de los tres centros que existen en el mundo. Uno en Rusia, KrioRus. Otro más, Alcor, en EE. UU. Y Cryonics Institute, donde reposa la niña, cuyo goteo no deja de resultar perturbador. El paciente 144 es un millonario al que trajeron recién fallecido en su propio jet privado, que cumplía las condiciones idóneas para conservar el cuerpo. El paciente 145, una vecina de Míchigan, por lo que su traslado se produjo solo dos horas después de fallecer. Sylvia Sinclair, cofundadora de la organización Cryonics UK, que presta apoyo económico y logístico a esta causa, es la paciente 117 desde 2013. Su esquela virtual dice así: “A la espera de que la futura tecnología médica pueda curarla, rejuvenecerla y reanimarla”.
El Paciente Fantástico podría ser el protagonista de la película Proyecto Lázaro que se proyecta en enero en las salas de cine. Su historia nos traslada a un imaginario 2084, cuando un grupo de médicos logra resucitar por primera vez a un hombre criogenizado 60 años atrás. Lo que sugiere su director, Mateo Gil, es que la inmortalidad es solo una cuestión de tiempo. Y puede que así lo entiendan más de 3.000 personas vivas en todo el mundo que, igual que la pequeña británica, ya han expresado en sus últimas voluntades su deseo de criopreservar el cuerpo con la ilusión de renacer en el futuro.
[image id=»87010″ data-caption=»El científico Ira Pastor cree que combinando células madre, fármacos yalgunas corrientes la mente puede despertar.» share=»true» expand=»true» size=»S»]Dependiendo del destino elegido, cumplir este sueño cuesta entre 36.000 y 200.000 dólares. Del resto nos habla Lluis Estrada García, neurofisiólogo y asesor del Instituto Europeo de Criopreservación, un proyecto impulsado en 2014 que pretende instalar en Requena (Valencia) un centro de criogenización. Sería el primero en Europa. “El procedimiento empieza inmediatamente después de la parada del corazón. Nunca se puede esperar más de 10 o 12 minutos. Una vez en la sala de criogenización se inyectan varias dosis de crioprotectores químicos que reemplazan a la sangre y el agua en el cerebro. Este proceso dura unas seis horas. Cuando se criogeniza el cuerpo entero, se coloca en cámaras de nitrógeno líquido con la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba. En caso de fuga de gas u otro percance, el cerebro tendría así mayor protección ante una eventual falta de nitrógeno”.
La cabeza tiene preferencia científica en la conservación, ya que para la ciencia en ella radica la clave de una posible resurrección o reanimación. Por eso, otra de las posibilidades que ofrece la criogenización es preservar solamente esta parte del cuerpo para implantar el cerebro en un nuevo ser mediante futuras técnicas de robótica o de clonación avanzada.
“Todo es pura elucubración”, señala el doctor José Francisco Tomás, hematólogo y experto en trasplante de médula ósea, una técnica médica que utiliza en ocasiones células hematopoyéticas criopreservadas. El propio Estrada García reconoce la dificultad de la criogenización: “Lo difícil es conseguir un proceso de descongelación sin intoxicación de las células y hacer que estas vuelvan a funcionar y regresen a la vida. Hay que garantizar que la descongelación no provoque cambios”, dice.
Resucitar está en las últimas voluntades
El neurofisiólogo habla también de las dificultades legales que impone España y del protocolo tan complejo que requiere el traslado de un cadáver en las condiciones idóneas para criogenizar. “Debería adaptarse la normativa que ya existe para la extracción y congelación de tejidos”, añade. Menciona el caso de los Castillejo, empresarios hoteleros que han optado por construir una vivienda junto a Alcor (Arizona). En el momento de morir quieren que se les criogenice, igual que se ha hecho ya con una de las hijas y con la abuela de la familia.
Según Estrada, en España ya hay más de cien personas que han incluido la criogenización en el registro de últimas voluntades. “Lo cierto es que el hombre es un ser para la muerte”. Así lo recuerda José F. Tomás, quien no deja de tomar estas propuestas como ciencia ficción. “Si hablamos de los auténticos logros que ayudan a comprender la enfermedad y a transformar la vida del ser humano, habría que mencionar, por ejemplo, los medicamentos inteligentes dirigidos contra algunos de los mecanismos implicados en la génesis de tumores. La reanimación es una falsa esperanza que escapa a las posibilidades de la tecnología y de la medicina. En congelación y criopreservación de tejidos y células los avances son espectaculares, pero sería imposible conseguir resultados con un cadáver congelado”. Tomás considera respetable que el apego a la vida pueda llevar a tales decisiones, pero desde el punto de vista científico, la resurrección no tiene ningún rigor. “No hay ningún avance que permita ni siquiera pensar en la recuperación total de las funciones de un cuerpo humano entero”.
[image id=»87011″ data-caption=»En estos tanques los cuerpos se mantienen congelados hasta que puedan continuar su vida en un hipotético futuro.» share=»true» expand=»true» size=»S»]Falta, según el hematólogo, mucho camino por recorrer. Ha habido excelentes logros en el proceso de congelar y descongelar embriones y óvulos para tratamientos de fertilidad. También en muestras de tejido y en vasos sanguíneos la vitrificación ha dado resultados. Pero no se ha conseguido clínicamente la vitrificación en estructuras más complejas, como los riñones humanos para trasplantes.
Hay más voces críticas. El neurocientífico y profesor en la Universidad de McGill (EE. UU.) Michael Hendricks redactó una especie de manifiesto contra la criónica después de que The New York Times publicase la decisión de un joven con cáncer terminal de preservar su cerebro con esta técnica para conservar su información biológica y restaurar su memoria un día. “Aquellos que venden falsas esperanzas de reanimar a seres humanos congelados, que juegan con lo teórico y lo posible, merecen nuestro desprecio”. Su principal interrogante es: ¿Puede la tecnología guardar las características únicas de la mente de un individuo?
Hendricks ha conseguido descifrar todos los genes y células del Caenorhabditis elegans, un pequeño nematodo. Es según él, el animal pluricelular mejor descrito de la biología. Conocemos ya la identidad y la conectividad sináptica de sus 302 neuronas, pero ni siquiera eso sería suficiente para estimular el cerebro de este gusano.
Otra opción, replicar el cerebro
Son hipótesis que llevan a algunos investigadores a la idea de replicarnos digitalmente. El director de KrioRus, Danila Medvédev, tiene una explicación muy simple: “El cerebro es similar a un disco duro que puede ser almacenado. Cuando el cuerpo de una persona es viejo, no hay razón para mantenerlo. Las tecnologías futuras permitirán implantar ese cerebro y la personalidad que contiene en otro cuerpo”. Su centro, además de 30 cuerpos humanos y 14 mascotas, mantiene criogenizados varios cerebros.
Como vemos, para muchos científicos la zozobra de la muerte ha tenido el efecto abrumador de impulsar sus avances hacia la eternidad del ser humano. El debate se mueve entre lo ético y lo científico, pero cualquier especulación resulta complicada hasta para los profesionales de la medicina que trabajan en ello.
[image id=»87012″ data-caption=»AVATAR. Así se llama el proyecto financiado por el millonario ruso Dmitry Itskov consistente en transferir su cerebro a un ordenador y liberarlo así de los límites biológicos.» share=»true» expand=»true» size=»S»]El ejemplo más reciente lo tenemos en India. Allí el doctor Himanshu Bansal escogió un pequeño pueblo al este de Nueva Delhi, Rudrapur, para tratar de devolver la consciencia a pacientes en muerte cerebral o encefálica. La idea forma parte del proyecto ReAnima, impulsado por la empresa biotecnológica estadounidense Bioquark junto con Revital Life Science (propiedad de Bansal) y el hospital Anupam. Su pretensión era inyectar células madre en el cerebro de 20 pacientes con el fin de convertirlas en neuronas que más tarde activarían con estimulación eléctrica y una dosis de péptidos.
Para Calixto Machado, uno de los impulsores de esta proyecto, esas señales que muestra un niño en estado vegetativo cuando le habla su madre son suficientes para investigar la reanimación. “Es una pista que justifica estas vías de intento de rehabilitación de los pacientes en estado vegetativo o en coma”, ha señalado.
En India no hay leyes que contemplen los estudios clínicos con este tipo de pacientes y Bansal obtuvo los permisos oportunos para realizar sus ensayos. Sin embargo, el Consejo Médico de Investigaciones de este país decidió hace unas semanas anular la autorización, abortando así el proyecto.
No ha sido testado en animales
Ha habido varios argumentos que fundamentan esta decisión. Por un lado, la técnica no ha sido ni siquiera testada en animales, por tanto, se desconoce su resultado en humanos. La segunda razón es ética. Los familiares no se mostraron muy dispuestos a sufrir un doble duelo. Ira Pastor, director de Bioquark, la firma responsable de los péptidos que se iban a usar, confía en que el proyecto seguirá en marcha.
Stephen Hawking se ha sumado a este entusiasmo, a tal punto que no descarta la idea de copiar el cerebro humano mediante un programa informático para almacenarlo en un ordenador. Sería un soporte de la vida y podría rescatarse después. Antes necesitaríamos un mapa detallado de las conexiones neuronales y en ello andan muchos laboratorios, cuyos estudios aportan cada vez mayor información y herramientas que ayudan a explicar el funcionamiento del cerebro y el papel de sus diferentes regiones.
El proyecto Conectoma ha conseguido cartografiar 180 áreas diferenciadas en la corteza cerebral humana. Robert McIntyre, desde 21st Century Medicine, ha dado otro paso al lograr preservar en un ratón las neuronas y sus conexiones sinápticas, en lugar del cerebro entero. La técnica supone un desafío para los investigadores, al menos para seguir conociendo el funcionamiento del cerebro y el desarrollo de algunas enfermedades. Pero ¿será posible conservar esas conexiones neuronales que se pretenden replicar? ¿Conservará el cerebro información imprescindible?
Un robot con tu cerebro
En ello está también el neurocientífico Ken Hayworth, del Instituto Médico Howard Hughes, en Virginia. Para él la clave radica en trazar el mapa completo de las conexiones neuronales que definen, en buena parte, nuestra personalidad, habilidades y recuerdos. Luego se transferiría a otro cuerpo físico o a un simulador informático que controlaría un cuerpo robótico. Él mismo sabe que, con la tecnología actual, es complicado crear el diagrama del cableado de un cerebro humano y luego leer la actividad constante de cada uno de esos millones de neuronas.
En Nueva York, el neurólogo español Rafael Yuste intenta descifrar la actividad de todas las neuronas de forma simultánea. En su mente no está la inmortalidad, pero sí llegar a comprender la causa y el curso de las enfermedades mentales y neurológicas. Y, de paso, explicar la consciencia humana. Su objetivo más inmediato es representar e interpretar la actividad de todas las neuronas de la corteza cerebral de un ratón. Se ha puesto
un plazo de 15 años. El siguiente candidato sería un cerebro humano.
Mientras, los más cautelosos prefieren trabajar en la prolongación de la vida más que en la resurrección. No morir nunca. ¿Cómo? Las primeras propuestas tratan de alargar lo más posible la longevidad celular, tanto la de las neuronas, como las del resto de los órganos vitales. Las terapias que se están desarrollando ahora pueden sumar 30 años a la esperanza de vida en muy poco tiempo.
En España, Ángel Durántez, director médico de la clínica Neolife, habla de longevidad saludable como lo más cercano a esa deseada inmortalidad humana. “La restricción calórica, la metformina, la rapamicina, el resveratrol, la terapia génica y las células madre están el epicentro de esta nueva medicina preventiva antiaging. Van a situar la esperanza de vida máxima en cantidades superiores a los 120 años y la vida media en torno a los 100 años. Solamente venciendo la enfermedad cardiovascular y el cáncer, la esperanza media se alargaría entre tres y seis años”.
De estas medidas, la restricción calórica, aunque eficaz en roedores y posiblemente en grandes primates, aún se desconoce si realmente es efectiva en humanos. Durántez tiene su particular apuesta: “El futuro vendrá más bien de la mano de nuevos fármacos, la terapia génica y las células madre”. Pone como ejemplo de estos avances el hecho de que la FDA (la Agencia de Alimentos y Medicamentos estadounidense) ha aprobado el primer ensayo clínico para combatir el envejecimiento con metformina, un antidiabético que reduce la glucosa en plasma.
Algunas investigaciones en terapia regenerativa con células madre están tomando fuerza en la búsqueda de reparación y rejuvenecimiento celular. El doctor menciona a Craig Venter, que investiga desde su empresa Human Longevity los genes que determinan la longevidad. Y también a Elizabeth Parrish, cuya firma Bioviva Sciences ofrece tratamientos genéticos para alargar la vida activando la telomerasa e inhibiendo la miostatina.
Fármacos para vivir más de cien años
En estos avances se encuentra la razón, según Durántez, de por qué políticos que rondan los 70 años, como Hillary Clinton y Donald Trump, se lanzan a luchar como gladiadores por la presidencia de EE. UU.“El score cálcico, una de las pruebas de prevención cardiovascular rutinaria en nuestro centro, es determinante a la hora de prevenir un infarto de miocardio. Con una radiación muy baja se ve si hay o no placa de ateroma. Por otro lado, la señora Clinton toma Armour Thyroid, una de las terapias estrella en la medicina antiedad”. Y Durántez añade una piedra de toque: “Desde un punto de vista personal y profesional, la resurrección o la inmortalidad pueden resultar fascinantes, pero científicamente genera muchas controversias”. Ese júbilo se palpa, según cuenta, en cada edición del Festival RAAD (The Revolution Against Aging and Death), un evento que reúne a cientos de profesionales de la medicina y de la tecnología interesados en alargar la vida. En él se exponen los avances que mayor expectación están despertando: inteligencia artificial, medicina telomérica, terapia génica, terapia de hormonas bioidénticas y criogenia.
[image id=»87014″ data-caption=»CRIOGENIZACIÓN. Este tanque Dewar puede albergar cuatro cuerpos completos de pacientes y seis cerebros. No consume energía eléctrica, pero hay que reponer el nitrógeno que se va evaporando.» share=»true» expand=»true» size=»S»]¿Y si pudiésemos prevenir el envejecimiento?
Uno de sus incondicionales en estas reuniones es el gerontólogo biomédico británico Aubrey de Grey, un hombre con aspecto estrafalario cuyas palabra, según Durántez, despiertan siempre expectación. Su teoría es que la medicina erradicará el envejecimiento y proclama que ya ha nacido la persona que vivirá más de 1.000 años. Dice que envejecemos por daños acumulativos a nivel celular y molecular. “El envejecimiento es una enfermedad que causa dolor y mata. Y como tal hay que tratarlo”.
Precisamente, otra de las líneas abiertas es la terapia génica para ralentizar la muerte neuronal. Investigadores del Imperial College de Londres estudian en ratones una nueva terapia génica consistente en inocular directamente en el cerebro un virus portador de un gen que puede ralentizar la muerte de las neuronas. En una primera fase el virus se inyectó en dos de las áreas del cerebro de estos animales más susceptibles a la enfermedad del Alzheimer, el hipocampo y la corteza, ya que son las primeras que desarrollan placas amiloides. De momento, el fin más próximo será tratar la enfermedad desde sus inicios.
Por su parte, científicos de la Universidad de Stanford tratan también de frenar el envejecimiento desde su génesis. Han desarrollado una técnica para alargar los extremos de los cromosomas o telómeros, que son los responsables del deterioro humano. Su descubrimiento podría interpretarse como una especie de antesala de la vida eterna. El equipo ha utilizado un ARN modificado con el objetivo de obtener células humanas que se comportarán como células jóvenes.
Pero excepto el director de cine Mateo Gil, en la ficción, ninguno de los investigadores se plantea cómo sería esa vuelta a la vida o la inmortalidad humana. A nivel socioeconómico, exigiría un planteamiento diferente que tiene que ver más con el complot de Matusalén: sostenibilidad, envejecimiento laboral, pensiones de jubilación. No parece que ante la muerte los científicos, al menos en mucho tiempo, puedan entonar, tomando las palabras de Heidegger, un hurra victorioso.
Redacción QUO