Durante años, los científicos han especulado que uno de los principales impulsores del cuidado de las crías por parte de los padres, era la experiencia: un animal criado por un padre o madre atento, sería a su vez un progenitor atento. Pero un reciente estudio, publicado en Nature, ha descubierto vínculos entre la actividad de genes específicos y las diferencias entre padres de diferentes especies.
Liderados por Hopi Hoekstra y Andrés Bendesky, los expertos investigaron las diferencias en el apareamiento de dos especies de roedores muy cercanas: elratón ciervo (Peromyscus maniculatus) y el Oldfield (Peromyscus polionotus). “Como muchos roedores – explica Hoekstra en un comunicado –, el ratón ciervo es promiscuo, lo que significa que tanto machos como hembras se aparean con múltiples individuos. A menudo, cuando se analiza el ADN de una camada, nos encontramos con cachorros de varios padres. El ratón Oldfield, por su parte, es monógamo, por lo que todos los cachorros en una camada son del mismo padre. Se ha documentado ampliamente que ambas especies tienen diferentes costumbres de apareamiento y nos interesaba saber si estas diferencias podían traducirse en diferencias en el cuidado hacia las crías”.
Para probar el impacto que tienen esos diferentes estilos de crianza, realizaron dos experimentos. En el primero cruzaron las crías, dejando que los ratones Oldfield criaran a ratones ciervo y viceversa.un experimento de fomento cruzado, permitiendo a los padres de ratones oldfield criar cachorros de ratón de ciervo y viceversa, y luego observaron el comportamiento de los cachorros cuando ellos se convirtieron en padres.
«Lo que descubrimos – añade Hoekstra – fue que no hay efectos importantes basándose en quién los había criado. Todo se reducía a sus genes”.
Y entonces llegó el segundo experimento. El equipo de Hoekstra apareó a los ratones de las dos especies y luego hicieron lo mismo con las crías, con ello obtuvieron ratones híbridos de segunda generación, con regiones del genoma de cada especie.
Cuando los científicos analizaron las regiones del genoma asociadas con las diferencias en el comportamiento, inmediatamente se destacó un gen encargado de la producción de la vasopresina. Para evaluar si esta hormona afectaba a la crianza, administró una dosis de ella a los ratones Oldfield (los menos promiscuos) y descubrió que su comportamiento como padres se alteraba.
«Este es uno de los primeros casos en los que un gen ha sido implicado en el cuidado parental en un mamífero – concluye Hoekstra –. De hecho, es uno de los pocos genes que ha estado implicado en la evolución del comportamiento en general … pero lo que creo que es particularmente emocionante es la idea de que, si bien en muchos sistemas sabemos que el comportamiento de los padres puede verse afectado por su entorno, ahora tenemos pruebas de que la genética puede desempeñar un papel importante también”.
Juan Scaliter