La sociedad las detesta, no vamos a engañarnos. Las ratas no son plato de buen gusto y más aún cuando son portadoras de enfermedades, pueden contaminar la comida, dañar casas, crear incendios por morder cables o incluso acabar con la maquinaria de los coches. Al otro lado de esta historia está la comunidad científica, que desearía poder controlar cada pequeño movimiento que hicieran, para saber cómo se propagan y cuáles son sus hábitos dentro de la ciudad, pero se encuentra atada de pies y manos.
Así lo confirma un artículo publicado en el Journal of Urban Ecology, quien ahonda en por qué los científicos están perdiendo la batalla contra las ratas de ciudad y qué es lo que debe cambiar para que su trabajo pueda ser efectivo. A pesar de que las ratas es una de las especies mejor adaptadas a la gran urbe y de las más habituales, los investigadores se encuentran con las puertas cerradas cuando quieren entrar en propiedades privadas afectadas por una plaga. Uno de los autores del artículo, el profesor Jason Munshi-South, apunta que la vergüenza tiene mucho que ver: «Las ratas son la ruina de los entornos urbanos y están asociadas a la pobreza, enfermedades, y su presencia en negocios puede ser penada por la sanidad pública, de ahí que las empresas donde se da una plaga son reacias a decírselo a nadie y menos compartir esos espacios con los investigadores».
Munshi-South apunta además que «si se nos permitiera entrar en residencias privadas con equipos de última generación podríamos desarrollar mejoras en la vigilancia de enfermedades, comprender mejor la manera en la que las ratas crean comunidades y, lo que es más importante, probar varios métodos novedosos de control de plagas que está desarrollando nuestro equipo».
Tal es la desesperación por parte de este grupo de científicos que están dispuestos a pagar 900 euros a quien les permita estudiar un caso importante de plaga en su negocio o residencia particular. Eso sí, de momento, lo están buscando por Manhattan, en Nueva York.
Fuente: Eurekalert
Alberto Pascual García