Hace 800 años un joven llamado Laurentius Loricatus acabó con la vida de un hombre en Italia al más puro estilo Bohemian Rhapsody. Tras lo ocurrido, amargado y arrepentido, se metió en una cueva y permaneció allí durante 34 años, azotándose con una cadena para expiar sus pecados. Hoy, esta historia se encuentra narrada en un viejo pergamino en los Archivos Secretos del Vaticano, que, misteriosamente, se había llenado de manchas de color púrpura.
Aunque este tipo de marca no es algo extraño en los pergaminos antiguos, hasta ahora no se sabía qué lo causaba. Pero un grupo de investigadores de la Universidad de Roma Tor Vergata, ha conseguido dar con el tipo de microbios que estropean estos textos antiguos. Lo que descubrieron entonces, abrió ante ellos un misterio mucho mayor.
Según explica Luciana Migliore, autora principal de la investigación, «mis alumnos vinieron a mi dicendo ‘Luciana, hemos encontrado bacterias marinas’. Les dije: ‘repítanme eso por favor, debe de haber un error'». Pero no lo había. El pergamino, de una antigüedad de 800 años, estaba plagado de ellas.
Al analizarlas más en profundidad, hallaron un total de 957 tipos de bacterias en las manchas y más de 400 en las zonas limpias del pergamino. La que mayor presencia tenía en las manchas era la Gammaproteobacteria, la cual tiene predilección por el agua salada según explica LiveScience.
Aún así, esto por si solo no explica las manchas. Hay que ir un paso más allá. Por eso, sacaron su lado de Sherlock Holmes y analizaron detenidamente el pergamino. Estaba elaborado con piel de cabra la cual, por aquel entonces, se conservaba en salmuera. Ahora sí cuadra, ¿verdad? La sal era el perfecto caldo de cultivo para estos microbios y el colágeno, el hogar ideal de colonias bacterianas. Una vez llegaban a las manos de los monjes a los monasterios, aquello se convertía en una ‘fiesta microbiana’ gracias a la humedad y los cambios de temperatura.
Vía | LiveScience
Rafael Mingorance