Jamás habríamos sospechado que la fritanga de algunos bares o los alimentos que freímos en nuestras casas podrían tener una cierta influencia en el clima. Pero así lo confirman los resultados de una investigación realizada por especialistas de las universidades de Reading, Bristol y Bath. Los investigadores han comprobado que las microgotas de grasas que se liberan a la atmósfera al freír la comida, tienen la propiedad de atraer la humedad y con el tiempo puede acabar ayudando a formar más nubes.
Durante un experimento realizado en laboratorio, los investigadores liberaron moléculas de ácido oleico, un ácido graso que se produce al freír los alimentos. Y lo que observaron al analizarlas con rayos X fue actuaban como una esponja que atraía la humedad del ambiente, formando gotas. Pero, además, su particular estructura les servía para mantener durante mucho tiempo en la atmósfera y las hacía inmunes a los efectos del ozono, lo que les permitía viajar más lejos e incrementaba su posibilidad de acabar formando una pequeña nube.
Los autores del estudio aseguran que en una ciudad como Londres, la grasa que se produce al freír alimentos es responsable de alrededor del 10% de las moléculas presentes en la atmósfera. Desde luego, el estudio no pretenden decir que consumiendo más comida frita vayamos a lograr frenar el calentamiento global, pero los resultados son lo suficientemente interesantes como para seguir investigando el impacto (seguramente relativo) que estas partículas puedan tener a la hora de contruibir a que el clima de nuestras ciudades sea más húmedo y que, por tanto, llueva más.
Vicente Fernández López