El pasado 7 de diciembre se cumplieron 76 años del ataque japonés a Pearl Harbor, en el que murieron más de 2.400 marinos y soldados estadounidenses. Entre los barcos que se fueron a pique se encontraba el destructor Oklahoma, que se hundió con más de 400 hombres a bordo. La mayoría de los cuerpos fueron recuperados del fondo del mar, pero tan solo 35 de ellos lograron ser identificados en los días posteriores al ataque.
Hace dos años, las autoridades militares ordenaron desenterrar los restos de los tripulantes sin identificar para someterlos a análisis de ADN que permitieran establecer la identidad de los fallecidos. Y el resultado es que ya han sido identificados más de cien. Sus restos serán entregados a su familiares para que les den sepultura en sus lugares de orígenes.
Cuando Estados Unidos comenzó a finales de los años 40 a rescatar los restos humanos sumergidos, la mayoría de los cuerpos se habían convertido en esqueletos. En muchos casos los huesos estaban dispersos y, la imposibilidad de determinar a quien pertenecían, hizo que se agrupasen siguiendo criterios relacionados con su tamaño.
Los huesos de los 400 tripulantes del Oklahoma fueron enterrados en una fosa común y ha habido que esperar hasta ahora para que las modernas técnicas de análisis genético hayan permitido conocer a quién pertenecían. Afortunadamente, la mayoría de los restos humanos estaban bien preservados y resultó relativamente sencillo extraer las muestras de ADN necesarias.
Ahora, el siguiente paso será intentar identificar los restos de los más de mil hombres que se ahogaron en el acorazado Arizona, otros de los barcos hundidos en el ataque a Pearl Harbor.
Vicente Fernández López