Chris Packham, de la Universidad de Texas en San Antonio ha liderado un nuevo estudio, publicado en la revista Science, que amplía la comprensión que amplía nuestro conocimiento de los agujeros negros y los campos magnéticos que los rodean.
Packham observó, por primera vez, el campo magnético de un agujero negro dentro de nuestra propia galaxia desde múltiples longitudes de onda. Un agujero negro es una región en el espacio con un campo gravitatorio tan fuerte que ni la luz puede escapar de él.
Los agujeros negros generalmente se forman cuando una estrella masiva explota y el núcleo remanente colapsa bajo la fuerza de la gravedad. Si una estrella 3 veces más masiva que nuestro propio Sol se convirtiera en un agujero negro, señala Pacham en un comunicado, tendría un tamaño similar a dos veces la ciudad de Madrid, unos 1.200 km2. El agujero negro que Packham y su equipo han estudiado, es V404 Cygni y tiene unas 10 veces la masa de nuestro propio Sol y se conoce como.
“La Tierra, como muchos planetas y estrellas, tiene un campo magnético que, desde el Polo Norte, rodea el planeta y regresa al Polo Sur – explica Pakham –. Existe porque la Tierra tiene un núcleo rico en hierro líquido y caliente. Ese flujo crea corrientes eléctricas que a su vez generan un campo magnético. Un agujero negro tiene un campo magnético, ya que fue creado a partir del remanente de una estrella después de la explosión”.
A medida que la materia se descompone en torno a un agujero negro, el campo magnético lanza chorros de electrones casi a la velocidad de la luz. Precisamente estos chorros han desconcertado a los expertos durante mucho tiempo. Gracias a las observaciones en diferentes longitudes de onda, el equipo de Packham descubrió que los campos magnéticos son mucho más débiles de lo que se creía hasta ahora, un hallazgo desconcertante que cuestiona modelos previos de los agujeros negros.
«Necesitamos comprender los agujeros negros en general – concluye Packham –. Si volvemos al punto más antiguo de nuestro universo, justo después del Big Bang, parece que siempre ha habido una fuerte correlación entre los agujeros negros y las galaxias. El nacimiento y la evolución de los agujeros negros y las galaxias, están íntimamente vinculados. Nuestros resultados son sorprendentes y aún estamos tratando de descifrarlos”.
Juan Scaliter