Se trata de bandas organizadas que sustraen la arena para venderla en un mercado negro enorme. Un trabajo fácil porque la arena se emplea para construir edificios, para hacer cristal, para fabricar microchips… El mercado es inagotable, así como la avaricia de los saqueadores. El estilo de vida de estos piratas del siglo XXI es un peligro medioambiental serio que puede costar vidas. Por ejemplo, el daño que un tsunami causó en Sri Lanka en 2004 habría sido menor si no se hubieran llevado las dunas que protegían la tierra de la fuerza del mar.
Redacción QUO