En el Hunterian Anatomical Museum de Londres se conserva un esqueleto muy especial. Perteneció a un personaje muy popular en el Reino Unido durante el siglo XVIII, Charles Byrne, apodado el gigante irlandés por su colosal estatura. Byrne padecía acromegalia, un trastorno genético que causa gigantismo, y llegó a medir 2,31 metros de altura.
Falleció en 1783, cuando solo tenía 22 años a causa de la tuberculosis. Pero, antes de su muerte, dijo a sus amigos que quería que su cuerpo fuera arrojado al mar, para evitar que los saqueadores robaran su cadáver y lo vendiesen a algún médico, para que lo diseccionase y experimentase con él.
Desafortunadamente, sus peores temores se hicieron realidad, y un cirujano llamado John Hunter, que coleccionaba restos de personas consideradas como fenómenos humanos, no cesó hasta hacerse con el cadáver del gigante irlandés. Desde entonces, su esqueleto se ha exhibido en la que fue su mansión, convertida ahora en un museo médico.
Pero, ahora, más de dos siglos después, una iniciativa popular ha convencido a las autoridades británicas para hacer realidad el que fue el último deseo de Byrne, por lo que sus huesos reposarán finalmente bajo las aguas del mar.
Fuente: The Guardian.
Vicente Fernández López