Hace unos días se produjo un accidente de tráfico en la carretera que va de Johannesburgo a Carletonville, en Suráfrica. Cuando llegó la ambulancia, se encontraron con un superviviente y tres cadáveres. Pero la mayor sorpresa se produjo al día siguiente, cuando un empleado de la morgue se percató que una mujer, que había sido dada por muerta en dicho suceso, aún respiraba.
Casos como éste son más frecuentes de lo que parece. En enero, los funcionarios de la prisión asturiana de Villabona descubrieron inerte en su celda a uno de los reclusos. Hasta tres médicos (dos de ellos en la cárcel y, porsteriormente, también la forense de la comisión judicial) certificaron su muerte. La sorpresa vino en la morgue, cuando unos empleados descubrieron que el supuesto cadáver se movía en la bolsa de plástico en la que lo habían introducido, y que emitía un sonido parecido a los ronquidos. Más aterrador aún fue el caso de Rosangela Almeida dos Santos, una mujer brasileña que en febrero fue enterrada viv tras sufrir dos ataques al corazón. Once días después, su cadáver fue exhumado y se descubrió que el ataúd estaba arañado y que tenía los dedos ensangrentados.
Pero, ¿cómo pueden producirse tantos casos como estos? Lo más común es que los casos de personas consideradas muertas sin estarlo se deban a un síndrome conocido como catalepsia, en el que la personas se encuentra en un estado biológico en el que yace inmovil y sin signos vitales aparentes, aunque en realidad está viva. Hasta 1910 no eran infrecuentes los casos de personas que eran enterradas por esta causa, lo que motivó la creación de ataudes con sistemas de seguridad (campanas, timbres…) para evitart el temor a ser sepultados vivos.
La catalepsia está vinculada a algunos trastornos neurológicos previos, como el parkinson o la esquizofrenia, aunque también se sospecha que puede ser provocada (raramente) por algunos fármacos, que se usan para tratar trastornos psicóticos.
Fuente: ScienceAlert.
Vicente Fernández López