Un nuevo estudio dirigido por neurocientíficos de la Universidad Carnegie Mellon proporciona la primera evidencia de cómo el cerebro humano recupera la capacidad de funcionar después de perder partes del sistema visual.
En el estudio, publicado en Cell Reports, el equipo, liderado por Marlene Behrmann, informa sobre los tres años de pruebas de comportamiento y de imágenes cerebrales realizadas a un niño de casi siete años (conocido como UD) a quien le extirparon un tercio del hemisferio derecho de su cerebro en un intento de controlar las convulsiones recurrentes. A pesar de que el procedimiento dejó a UD incapaz de ver el lado izquierdo, el equipo descubrió que el hemisferio izquierdo de su cerebro finalmente compensó las tareas visuales, como reconocer rostros y objetos.
“Estos hallazgos – explica Behrmann en un comunicado – proporcionan una comprensión detallada de la plasticidad del sistema visual durante el desarrollo cerebral de los niños. También arrojan luz sobre el sistema visual de la corteza cerebral y puede ayudar a neurólogos y neurocirujanos a comprender el tipo de cambios que son posibles en el cerebro”.
El lóbulo occipital completo de UD, que incluye el centro de procesamiento visual del cerebro, y la mayor parte de su lóbulo temporal, que recibe señales visuales y auditivas, se eliminaron, dejando intactos solo dos de los cuatro lóbulos en su hemisferio derecho.
Para investigar cómo la lobectomía impactó a UD, los investigadores usaron pruebas de fMRI en cinco puntos diferentes durante tres años para evaluar cómo realizaba ciertas tareas visuales y conductuales. Los investigadores se sorprendieron al ver que las regiones intactas del hemisferio izquierdo de UD se reconfiguraron para hacer el trabajo de ambos hemisferios y procesar rostros, objetos y palabras.
Específicamente, descubrieron que el cerebro de UD se reorganizó para compensar algunas funciones de orden superior, como el análisis de señales visuales complejas necesarias para reconocer caras y palabras. Sin embargo, no recuperó la capacidad de realizar funciones de orden inferior, como recibir y transmitir aspectos visuales de 180 grados, lo que dejó su lado izquierdo ciego.
«El único déficit – continúa Behrmann –es que no puede ver todo el campo visual. Cuando mira hacia delante, la información visual del lado izquierdo, a 180º, no se procesa, pero esto es algo que puede compensar girando la cabeza o moviendo los ojos. Además, al rastrear los cambios en el cerebro a medida que UD crecía, pudimos detectar qué partes del cerebro permanecían estables y cuáles se reorganizaron con el tiempo. Esto ofrece una idea de cómo el cerebro puede reasignar la función visual en la corteza”.
UD, que ahora tiene casi 11 años, ya no tiene convulsiones. Como antes de la cirugía, su cociente intelectual está por encima del promedio y sus habilidades de percepción visual y del lenguaje son apropiadas para su edad.
Mientras que Behrmann espera que este estudio se pueda utilizar para informar más procedimientos cerebrales que cambian la vida, quedan muchas preguntas científicas críticas.
«Se necesita hacer más para comprender qué pacientes con lobectomía mostrarán recuperación, lo que no ocurrirá y por qué no – concluye Behrmann –. También será importante saber si los pacientes tienen más probabilidades de recuperar funciones si se elimina el hemisferio izquierdo o derecho y si el sistema visual es más robusto en las personas más jóvenes”.
Juan Scaliter