Los microorganismos no pueden expandirse sin límite por cualquier ambiente. Esta idea contradice lo asumido hasta ahora por la mayoría de los microbiólogos, que pensaban que todas las especies de estos seres están presentes en cualquier lugar y sólo las condiciones ambientales deciden cuáles llegan a desarrollarse.
A ella ha llegado un grupo de investigadores del CSIC, la Universidad de Delaware (EE UU) y la Universidad Laval de Québec (Canadá). Tras analizar su presencia en el Océano Ártico, han comprobado que los frentes oceánicos ponen freno a la dispersión de dos tipos de microorganismos: bacterias y archaea. Estos frentes se producen cuando se mezclan aguas de distinta densidad. Se crean así una especie de zonas acuáticas demarcadas en las que los microorganismos quedan aislados unos de otros. Una vez separados, los diversos grupos pueden evolucionar hacia especies distintas, al igual que ocurre con otros seres vivos.
Las implicaciones de este descubrimiento se extienden a importantes conceptos de la ciencia básica. Emilio Casamayor, investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB), del CSIC, y autor del estudio, publicado en PNAS, asegura que “esto implica que muchos de los conceptos de la ecología general desarrollada con animales y plantas podrían también aplicarse a las bacterias y otros microorganismos; es decir, que las leyes de la ecología podrían ser universales”.
Pilar Gil Villar