La creencia popular es que miles de años atrás, las selvas tropicales eran entornos idílicos a los que los humanos no habíamos casi cambiado y gracias a ello conservaban su “propio ritmo evolutivo”, es decir, nuestra intervención no había alterado en absoluto el ecosistema. Pero ahora, un nuevo estudio publicado en Nature Plants, el primero en analizar el impacto global de los seres humanos en los bosques tropicales en el pasado, señala que los seres humanos han estado alterando estos ambientes durante al menos 45.000 años.Y estos cambios los hemos producido con métodos que van desde la quema controlada a la gestión de plantas y animales, pasado por la lisa y llana tala completa.
El estudio se centró en tres fases distintas del impacto humano a nivel global: las actividades de caza y recolección, las agrícolas en pequeña escala y los asentamientos urbanos a gran escala. Y lo que descubrieron fue que grupos de cazadores-recolectores parecen haber quemado grandes áreas de bosques tropicales, en particular en el sudeste asiático, hace 45.000 años, cuando los humanos modernos llegaron por primera vez allí. También hallaron evidencias similares en Australia y Nueva Guinea. El objetivo de estas quemas era crear un área específica en la que el bosque termina y comienza la pradera, una región en la que vivían las plantas y animales que más consumían.
Por otro lado, la evidencia más temprana de la agricultura en los bosques tropicales se halló en Nueva Guinea, donde los seres humanos cultivaban ñame, banano y taro, al menos 10.000 años atrás. Esta práctica, junto a la caza y recolección, tuvo importantes consecuencias. A partir de ese momento también comenzó la domesticación de otras plantes comestibles, como la patata dulce, el chile, la pimienta negra, el mango y el plátano, lo que no solo alteró la ecología del bosque, sino que también contribuyó significativamente a la cocina global actual.
Otro hallazgo interesante de este estudio pionero es que, en general, cuando los grupos humanos emplearon estrategias agrícolas forestales basadas en plantas y animales locales, éstos no produjeron daño significativo o duradero al medio ambiente.
Sin embargo, a medida que aumentaba la intensidad agrícola, especialmente cuando se introdujeron prácticas y cultivos externos, tanto en los bosques tropicales como en los entornos insulares, los efectos no pasaron tan desapercibidos. Por ejemplo, cuando los agricultores de África occidental y central, llevaron mijo y ganado a zonas de bosques tropicales, unos 2.400 años atrás, se produjo una erosión significativa del suelo y la quema de los bosques. Un efecto similar tuvo la introducción del arroz, hace4.000 años, en zonas del sudeste asiático.
A pesar de las creencias previas que etiquetaban a los bosques tropicales como «desiertos verdes”, no aptos para ser habitados por humanos, esta investigación ha demostrado que las poblaciones antiguas crearon asentamientos urbanos extensos en estos hábitats en América y el Sudeste Asiático en una escala que era previamente inimaginable. «De hecho – explica en un comunicado Patrick Roberts uno de los autores del estudio –, las extensas redes de asentamiento en estos bosques persistieron mucho más de lo que los asentamientos industriales y urbanos del mundo moderno”.
De cara al futuro, lo que nos enseña este trabajo es que el conflicto que han creado los humanos viene de mucho tiempo atrás. La erosión del suelo y el fracaso de los sistemas agrícolas necesarios para alimentar a una gran población son los problemas que encuentran los grandes centros urbanos, pasados y presentes.
Juan Scaliter