Lo que no me mata me hace más fuerte. El famoso aforismo de Nietzsche podría aplicarse a la catástrofe de Japón y a un artículo de la revista PNAS, que concluye que los desastres meteorológicos pueden mejorar las condiciones de vida de las poblaciones rurales pobres.
Los autores del estudio, un equipo de la Universidad del Estado de Ohio (EEUU) dirigidos por Kendra McSweeney, estudiaron la dinámica agraria de los habitantes de la localidad de Tawahka (Honduras), en especial de la comunidad mayoritaria, los Krausirpi, y cómo se recuperaron tras el huracán Mitch, que devastó la zona en 1998.
Según el estudio, cuatro años después de la tragedia, los Krausirpi habían logrado una cantidad de tierras tres veces mayor que antes de la llegada del huracán. En concreto, los habitantes más pobres habían ganado más que otros residentes. La necesidad y la innovación fueron los principales impulsores, señalan los investigadores.
Para ello, uno de los principales cambios que se produjeron fue la reducción de las tensiones y las desigualdades sociales asociadas con la propiedad de la tierra, y la eliminación de incentivos para despejar tierras forestales. Al mismo tiempo, las familias jóvenes y pobres comenzaron a trabajar en nuevos puestos relacionados con la conservación, el desarrollo y las iniciativas de colaboración.
Los autores señalan que gracias a esta diversificación de las fuentes de ingresos, a la distribución más equitativa de la tierra, y a una agricultura que se ha adaptado a las condiciones climáticas de la zona, las comunidades rurales como los Krausirpi podrán hacer frente mejor a nuevos desastres naturales o condiciones extremas fruto del cambio climático.
Redacción QUO