Los pingüinos azules (Eudyptula minor) crían uno o dos polluelos en madrigueras y grutas cercanas a la costa. Durante un tiempo, entre dos semanas y mes y medio, el padre y la madre hacen turnos de 3 o 4 días en los que uno permanece en el nido y el otro va a buscar alimento en las aguas cercanas a la costa. Pero, pasada esta época, los padres empiezan a realizar juntos escapadas de hasta 14 días hacia aguas más profundas, incluso a 100 km de distancia y dejan a sus hijos solos y sin comer. Este comportamiento, nada habitual en aves que anidan en tierra, resultaba inexplicable para los científicos, pero acaba de ser aclarado por un estudio publicado en la revista Ecology.
Según investigadores franceses y australianos dirigidos por Claire Saraux, de la Universidad de Estrasburgo (Francia), esas excursiones están destinadas a restaurar en los progenitores la energía que pierden durante la agotadora época de cría. La investigación ha comprobado que los pingüinos las inician cuando su índice de masa corporal alcanza un nivel peligrosamente bajo, y que alternan dos de esas “huidas” seguidas, en las que buscan comida para sí mismos, con una serie de salidas más cortas para alimentar a los polluelos. Con ayuda de esta estrategia, consiguen mantener un equilibrio entre las probabilidades de que sobreviva su descendencia y la conservación de la propia vida.
Los pingüinos azules también se conocen como pequeños, por ser los de menor tamaño del mundo. Crían en Nueva Zelanda y el sur de Australia, donde el “Desfile de los Pingüinos” se ha convertido en una de las principales atracciones del turismo de naturaleza. En ella se puede contemplar cómo regresan a pasar la noche en sus colonias de tierra, tras pasar uno o varios días en el mar.
Pilar Gil Villar