Se acaban de cumplir 120 años del nacmiento de Agatha Christie, fallecida en 1976. Pero la escritora sigue viva en las librerías de todo el mundo, ya que continúa siendo la autora de novelas de misterio más leídas de todos los tiempos.

Recientemente, se descubrió entre sus pertenencias un legado póstumo, una colección de 13 radiocassettes, en los que la autora revelaba algunas de las claves de su éxito.

Tomándolas como base, un grupo de investigadores de las Universidades de Birmingham y Londres analizaron a fondo las más de 80 obras, entre novelas y piezas de teatro, escritas por la autora británica para desmenuzar las claves de su estilo. Y encontraron esas claves, bautizándolas «El Código Christie».

Aquí te deconstruímos el código en ocho pasos para que puedas entender mejor porque las novelas de Mrs Christie siguen siendo insuperables.

Realismo

La escritora conocía a la perfección los ambientes que describía en sus novelas. Con las historias ambientadas en la campiña británica la cosa no tiene especial mérito, ya que fue la tierra que la vio nacer y donde pasó la mayor parte de su vida. Pero si se debe a su mérito literario, las perfectas decripciones que nos ha dejado de las localidades rurales inglesas, de las grandes mansiones de los aristócratas, de sus fiestas y costumbres sociales…

Pero sus novelas ambientadas en parajes exóticos están contagiadas por el mismo afán realista. En 1930, Agatha se casó con su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, al que acompañó en varias expediciones a Irak (en la foto les vemos en uno de esos viajes) y por otros lugares de Oriente Medio. Ella le ayudaba en la tarea de clasificar las piezas encontradas, y al mismo tiempo iba tomando notas ambientales para sus futuras novelas, Muerte en Bagdad, Asesinato en Mesopotamia… ambientadas en aquellos parajes.

«Nadie puede imaginar la emoción que produce limpiar polvo y mugre para descubrir un amuleto de 7000 años», declaró la escritora. Pero, no en vano, la arqueología y la literatura policíaca tienen un mismo fin: resolver un misterio. ¿O no?

Un lenguaje hipnótico

Los neurólogos las Universidades de Birmingham y Londres que analizaron minuciosamente 80 obras de la autora, llegaron a la conclusión de que gran parte de la clave de su éxito reside en el efecto de su lenguaje sobre el cerebro. Los investigadores descubrieron que las estructuras de las frases empleadas por la escritora se vuelven más sencillas conforme se acerca el desenlace. Este hecho, unido a la repetición constante de una serie de palabras claves como  «chica», «sonrió» o «agradable», contribuyen a que su prosa tenga un poder casi hipnótico sobre el lector. ¿Por qué? Según los expertos el uso de un lenguaje sencillo, amable y delicioso, contribuye a elevar los niveles de serotonina y endorfina en el cerebro, los neurotransmisores ressponsables del placer. «El lenguaje christiano estimula mucho más el goce del cerebro que otros libros», exlicó el doctor Roland Kapferer, uno de los responsables de la investigación.

El morbo de la actualidad

Agatha Christie leía todos los días las crónicas de sucesos de la prensa. Buscaba siempre noticias, elementos de actualidad que le sirvieran para crear sus obras, ya que pretendía que estas estuvieran lo más apegadas que fuera posible a la realidad del momento. El caso más evidente es Asesinato en el Orient Express, una novela inspirada a raíz del secuestro y asesinato del hijo de Charles Lindbergh, el primer piloto que cruzó el Atlántico en vuelo sin escalas. Aquel suceso conmocionó a la opinión pública y aunque hubo un proceso judicial, nunca quedó claro quien fue el auténtico asesino. La novela de Agatha especula con la identidad de ese criminal y del horrendo final que encuentra a manos de varios familiares y conocidos de la familia del niño asesinado. El morbo que despertó este libro en su momento, lo convirtió en su novela más vendida.

La novela perfecta

Según los documentos encontrados, a Agatha Christie le gustaba introducir un nuevo giro narrativo cada dos capítulos. Pero con Diez negritos consiguió la novela de intriga perfecta.

El planteamiento es de manual. Diez personajes que no se conocen entre si son invitados a pasar un fin de semana en una mansión situada en una isla desierta. Llegan allí el viernes en una barca que volverá a recogerles el domingo. Pero el anfitrión no está en casa. En su lugar hay un juego de figurillas que reproducen a los personajes de una macabra cancioncilla infantil que habla de diez negritos, cada uno de los cuales tiene una muerte espantosa.

El anfitrión ha dejado también una grabación. Por ella nos enteramos de que todos los allí presentes son asesinos. Autores de crímenes que no serían tenidos por tales ante un tribunal, pero allí pagarán por ellos. Uno a uno, los invitados van muriendo según las formas descritas en la comentada canción. Hasta que solo quedan dos. En la isla no hay nadie más. Así que uno de los supervivientes piensa con lógica: «Si el asesino no soy yo, lo es él». Pero… Y hasta aquí podemos leer.

Pero es difícil concebir una trama más diabólica y retorcida que la de esta novela, que ha sido copiada e imitada hasta la saciedad. Como dato curioso, señalar que la primera versión cinematográfica de esta novela, dirigida por el francés René Clair tuvo que cambiar su título y llamarse Diez inditos, tras recibir una alucinante acusación de racismo.

Finales sorpresa

El desenlace es evidentemente el punto fuerte de cualquier historia de suspense. Personalmente, considero que Diez negritos y Asesinato en el Orient Express tienen los dos finales más perfectos de su obra, pero mucha gente opina que el más sorprendente es el de La ratonera.

Se trata de una obra escrita en 1952 y que lleva representándose ininterrumpidamente desde entonces en un teatro de Londres. 

Su argumento es muy parecido al de Diez negritos. Ocho personajes quedan atrapados en una casa por la nieve y todos están relacionados de un modo u otro con un asesinato cometido en las cercanías. Aquí también hay como leit motiv una canción, que habla de ratones. Y lo que le ocurre a cada ratón, le va pasando a los personajes.

Pero su desenlace… Ay su desenlace. Ahí está la gracia del asunto. De hecho, al término de cada función el director del teatro les pide amablemente a los espectadores que no se lo cuenten a nadie. Desgraciadamente, el misterio se ha ido a la porra recientemente, ya que la entrada de wikipedia sobre esta obra (en su versión inglesa) lo desmenuza con pelos y señales. Pero como a nosotros no nos gusta copiar a esa página, aquí no se lo vamos a desvelar. Vayan al teatro a verla si quieren conocerlo. Pasarán un buen/mal rato. Se lo aseguro.

Y en la foto pueden ver al plantel de la versión española de La Ratonera, que actualmente se representa en Madrid.

Héroes extravagantes

La autora era una amante y una buena conocedora de las aventuras literarias de Sherlock Holmes, y siempre fue consciente de que debía crear personajes tan carismáticos y extravagantes como el detective británico, para cautivar a sus lectores.

Agatha Christie pasará a la historia por la creación de otros dos detectives ejemplares, moldeados en parte según el modelo Holmes. Son Hércules Poirot y Miss Marple.

Como Sherlock, el belga Poirot es un solitario, un excéntrico y un antipático, pero a diferencia de aquel, Hércules es presuntuoso, gordo, atildado, maquillado hasta resultar grasiento y amante de la gastronomía. Peter Ustinov ha sido el actor que más veces ha encarnado a Poirot en el cine, pero tal vez sea Albert Finney con su interpretación en la versión cinematográfica de Asesinato en el Orient Express, el que más se acerque al original literario.

Miss Marple, por el contrario, es la típica solterona británica. Una anciana metomentodo y quejica, con una gran habilidad para espiar a sus vecinos. Se cuenta que para crearla se inspiró en una vecina cuya presencia siempre desagradaba a toda la comunidad, ya que no dejaba de escudriñar ningún rincón de las casas en las que entraba. Al igual que ella, Miss Marple mira hasta debajo de las alfombras. Pero en vez de polvo, encuentra cadáveres. Heleyen Hayes es quizá la actriz que más veces le ha dado vida, pero para un servidor, Miss Marple tendrá siempre el rostro perruno de la entrañable Margaret Rutherford (en la foto).

Escenarios exóticos

Agatha describió como nadie la vida cotidiana de las clases altas de la Inglaterra del siglo XX,  y aunque la mayoría de sus novelas transcurren en su propia patria, no deja de ser curioso que algunas de las más famosas sucedan en escenarios exóticos.

La escritora es hija de la Inglaterra imperial y vivió en una época en la que la mayoría de sus compatriotas no había podido salir nunca de Europa, y estaban fascinados por los misterios de Oriente, África y la India. Por eso, la Christie les acercó los aromas de otros mundos en novelas como Asesinato en el Orient Express, cuyos primeros capítulos suceden en Estambul, Muerte en Bagdad, en cuyas páginas abundan las descripciones de ruinas persas y de costumbres locales, y, sobre todo, Muerte en el Nilo.

Es probablemente su novela más viajera (y turística), en la que los protagonistas realizan un crucero a través del famoso río, visitando los lugares más emblemáticos de Egipto. No faltan tampoco las notas de (picante) color local, como esos niños que enseñan sus culos desde la orilla a los emperifollados pasajeros del barco; ni el humor negro tan típico de la autora. Al final del relato, al acabar ese crucero repleto de cadáveres, una vieja viuda le comenta a su dama de compañía: «Recuérdame querida que el próximo año no nos movamos de la campiña de Coswords».

El sentido del humor

Vale, cuando uno abre un libro de Agatha Christie lo que va buscando es una historia de suspense. Pero todas sus intrigas, incluídas las más escabrosas, están regadas por una cascada de fina ironía, de desarmante humor negro. Algunas llegan incluso al punto de parecer más comedias que historias de crímenes. Pero es que la autora lo tenía claro: «El humor es el contrapunto perfecto para aliviar la tensión del relato», explicó en una entrevista.

Por eso, no es extraño que la mejor adaptación al cine de una historia de Mrs Crhistie sea Testigo de cargo (1957), dirigida por un especialista en comedias, Billy Wilder. El auténtico protagonista del relato es Sil Wilfrrid Roberts (interpretado por un inconmesurable Charles Laughton), un prestigioso abogado de Londres que sufre una grave dolencia del corazón. Sus médicos le han ordenado que deje el tabaco y las bebidas, pero él acude al tribunal con un termo en el que esconde coñac en lugar del cacao preparado por su enfermera, y se fuma sus puros en el lavabo de caballeros durante los recesos del proceso.

Incluso  el desenlace de  esta historia no es recordado por descubrir cual es la identidad del asesino, sino por un soberbio gag final. Una mujer despechada mata al culpable (que estaba a punto de irse de rositas) delante del tribunal. Todo el mundo grita: «Lo ha asesinado, lo ha asesinado…». Pero Sir Wilfrid Roberts, les corrije con irónica flema: «Error…. No lo ha asesinado. ¡Lo ha ajusticiado!»

Lo dicho: Agatha Christie era además una maestra de la mejor comedia… negra.