Damas y caballeros, les presentamos a un grupo de mocosos peores que Al Capone y Gilles de Rais juntos. Asesinos infantiles, críos alienígenas, fetos sedientos de sangre… En definitiva, una pandilla a la que no aceptarían en ninguna guardería.
Por supuesto es una selección subjetiva, en la que son todos los que están, pero evidentemente faltan algunos de los que son. Como la niña de El Exorcista, que ha quedado excluída por demasiado evidente y conocida.
PD. Las autoridades sanitarias avisan que este reportaje contiene spoilers a tutiplen. Algunas películas las destripo sin piedad. Pero no me lo echen en cara, que a estas alturas de sus vidas ya las tenían que haber visto todas.
La profecía (1976)
Antiguamente, cuando un niño era especialmente travieso se decía que «estaba hecho de la misma piel de Lucifer». Pues bien, dicha expresión se le podría aplicar perfectamente al crío protagonista de esta gran película de Richard Donner… Todo arranca en Roma, cuando la esposa (Lee Remick) del embajador americano (Gregory Peck) pierde al bebé que estaba esperando. Dado que la mujer aún está inconsciente por la anestesia y no sabe lo que ha sucedido, el director de la maternidad convence al marido de lo innecesario de hacerla sufrir, y le propone no decirle nada y hacerse cargo de otro niño que ha nacido esa noche y cuya madre (sin familia conocida) ha fallecido durante el parto. Peck, que siempre ha sido un buenazo (salvo en Duelo al sol y Los niños del Brasil, en las que hacía de malo malísimo) acepta. Sin saber, claro que el niño si que tiene padre y uno de lo más especial: ¡Satanás! Efectivamente, el niño, bautizado muy apropiadamente como Damien, es el hijo del mismísimo diablo; un crío maléfico y despiadado capaz de hacer que su institutriz se ahorque en medio de una fiesta infantil, y de intentar asesinar a su madre usando un triciclo como arma homicida. En fin… Como ya les he dicho la película es magnífica y destaca entre otras muchas cosas por la banda sonora del maestro Jerry Goldsmith (el tema Ave satanis es de los que se quedan grabados en la memoria) y por la macabra creratividad de sus asesinatos (el fotógrafo decapitado por un cristal, la niñera diabólica trinchada como un pavo…) ¿Cómo? ¿Que todavía no la han visto? Impensable.
A las nueve cada noche (1969)
De esta auténtica joya cinematográfica creo que ya les he hablado en alguna ocasión anterior. Un grupo de niños viven en un suburbio londinense al cuidado de su madre, después de que su padre les abandonara a todos hace años. Los críos tienen un comportamiento modélico y se llevan de maravilla con los vecinos del barrio. Todo ideal si no fuera porque la madre ha fallecido y los pequeños, para evitar ser trasladados a un centro de acogida, la han enterrado en el jardín y siguen con su vida como si no hubiera sucedido nada. Eso sí, cada noche, a eso de las nueve (de ahí el título) se acercan al lugar donde está sepultada la madre para contarle lo que han hecho durante el día. Luego, se entregan a extraños ritos donde la hermana mayor dirige unos juegos de dominación sobre sus hermanos. Pero un día, la siniestra armonía de este peculiar hogar se ve rota por un suceso inesperado: el regreso del padre alcohólico y maltratador (encarnado nada menos que por Dirk Bogarde) que pronto se da cuenta de lo que ha sucedido y decide que puede sacar buena tajada del asunto manteniendo la boca callada para seguir combrando la pensión de la que fue su esposa. Lo que ocurre es que los niños ya se han acostumbrado a vivir solos y no están dispuestos a admitir a ningún elemento extraño en su particular unidar familiar, por lo que deciden darle matarile al padre… Criaturitas… Lo dicho: una auténtica joya del cine británico repleta de sutil perversidad y dirigida por Jack Clayton, responsable de otras películas tan memorables como Suspense o El gran Gatsby.
El niño que gritó puta (1993)
Ser madre soltera, estar en el paro y tener problemas con el alcohol y las drogas ya es de por si bastante chungo. Pero si encima el niño te ha salido un psicópata en miniatura, el panorama se vuelve aterrador. En esta película rodada en Hollywood por el argentino Juan José Campanella (el de El hijo de la novia y El secreto de tus ojos), Karen Young se las ve y se la desea para tratar de convertir a su hijo en algo vagamente parecido a un ser civilizado. Pero no hay manera. El chaval pasa de ser un sociopata con malas pulgas a convertirse en un auténtico perturbado que intenta incluso asesinar a su mamá prendiéndole fuego a la casa mientras ella duerme, la apuñala con una navaja (afortunadamente sin letales consecuencias); y en la última escena, cuando ella le pregunta por qué no la quiere, él la responde impasible: «Porque eres una puta». Estremecedor.
El otro (1973)
Vaya por delante que nos encontramos frente a una de las obras maestras del cine estadounidense de los 70 y, sin duda, la mejor película de su director, el gran Robert Mulligan (autor de otras perlas como Matar a un ruiseñor o Verano del 42). Aquí nos trasladamos a la Kansas rural donde conoceremos a Niles, un chico muy sensible y con poderes extrasensoriales que tiene la desgracia de cargar con un hermano gemelo, Howard, que no es que sea malo… es aún peor. Las travesuras de Howard van creciendo en gravedad conforme avanza la película hasta que un día, el bebé que acaba de alumbrar la mamá de los gemelos, aparece ahogado en el interior de un barril de aceite. Nadie alcanza a entender quien puede haber sido el autor de dicha monstruosidad. Pero Niles si lo sabe. Ha sido su hermano gemelo y ya va siendo hora de pararle los pies. Pero… ¿qué ocurre cuando descubres que todos los adultos te dicen que ese gemelo en cuya existencia siempre has creído realmente nunca ha existido? Pues que entonces… ¡el asesino eres tú!… Como ya les he dicho, El otro es una auténtica obra maestra del cine fantástico, un filme tan hermoso y bello, como realmente aterrador, aderezado además con una inolvidable banda sonora de Jerry Goldsmith. Si tienen ocasión de verla, no se la pierdan.
The ring. La señal (2003)
Antes de nada, he de confesarles que en este caso prefiero el remake americano a la cinta japonesa original. De cualquier forma las dos son lo suficientemente terroríficas. Todo gira en torno a Samara, una niña con el rostro cubierto por una negra y lacia cabellera, protagonista de una siniestra leyenda urbana. Cuentan que hay una cinta de video con su imagen grabada, y que quien la ve recibe una llamada de teléfono anunciándole que morirá en el espacio de una semana. Como el morbo y la atracción por lo desconocido son tan poderosos, todo el que pilla la cinta pues acaba viéndola. Craso error, prorque pese al excepticismo del que hacen gala los personajes del filme, todos van muriendo uno detrás de otro en el intervalo de siete días desde el visionado del dichoso VHS. La protagonista del filme (Naomi Watts) investiga el caso descubriendo que Samara existió de verdad y que era una cría tan perversa que hizo enloquecer de miedo a los caballos del rancho de su padre, provocando que los animales se suicidasen. Sinceramente… la imagen de Samara saliendo de dentro del televisor y apartándose el pelo para mostrar su verdadero rostros es… de las que matan de miedo.
¿Quién puede matar a un niño? (1975)
Menuda pregunta, dirán ustedes: pues nadie con dos dedos de frente… Pero es que los niños de esta película no son precisamente «normales». Un matrimonio de hippys británicos llegan a un pueblecito balear. Para su sorpresa, son recibidos por una horda de críos con muy malas pulgas. Por algún extraño motivo que en ningún momento del filme se explica, la chavalería se ha convertido en una turba asesina que liquida sin piedad a todos los adultos del lugar. Resultan realmente estremecedoras imágenes como la del abuelete convertido en una piñata humana, a la que los niños despedazan con hoces y guadañas en un «inocente juego de críos». Y les diré, por si no lo sabían, que se trata de la segunda y última película del gran Chicho ibáñez Serrador que nos legó con esta cinta uno de los mejores filmes de terror de la historia del cine español. Un título realmente perverso, inquietante y malsano, con momentos tan perturbadores como el del feto que se autoaborta para matar a su madre. Y, por si fuera poco, Stephen King plagió sin descaro esta película para escribir su novela corta Los chicos del maíz, que cuenta una historia similar pero con mucha menos gracia. Lo dicho, (casi) una obra maestra del horror.
La mala semilla (1956)
La verdad es que con esa cara de muñeca diabólica la niña no engaña a nadie. Porque por muy rubita y mofletuda que sea, Rhonda, la pequeña protagonista de este filme de Mervyn LeRoy no puede ocultar que es un demonio con falda y trenzas. La niña pasa del hurto al chantaje, llegando incluso al asesinato. En su disculpa hay que decir que la pequeña lleva la maldad en los genes ya que su padre también era un asesino, por lo que el filme gira en torno a una interesante premisa: ¿el mal nace o se hace? Pero no se alarmen. En este caso la niñata recibe un merecido castigo ¿divino?… Acaba fulminada por un rayo que cae del cielo cuando se disponía a matar a otra cría de su edad.
El pueblo de los malditos (1960)
Inquietante, cuando menos, el arranque de esta película. Los habitantes de una comarca británica caen en un inexplicable estado de trance. Al despertar, todas las mujeres del lugar están embarazadas y tres meses después dan a luz a una camada de niños albinos que, además de crecer a un ritmo impropio de la raza humana, son de un repelente que linda con lo maligno. Los niños, como ya habrán intuído son de naturaleza extraterrestre y gastan unas malas pulgas de mucho cuidado. Que una madre insiste en que los pequeñuelos se coman la sopa y se pone más pesada de lo normal… Pues nada, con sus poderes mentales, los críos hacen que la señora meta la cabeza en el horno y, hala, problema resuelto. Finalmente, las familias supervivientes deciden acabar con los mocosos alienígenas pero claro, como tienen poderes, la cosa no resulta fácil. Al final tendrá que ser el científico encargado de investigar el caso ( interpretado por el gran George Sanders) y que, hasta ese momento había defendido a los pequeños ganándose así su confianza, quien se encierre con ellos en el laboratorio y se convierta en bomba humana, inmolándose para librar a la humanidad de la feroz plaga infantil. La película fue producida por la Hammer británica y es un filme de culto para todos los aficionados al género. En 1995 John Carpenter rodó un remake de idéntico título y con Christopher Reeve en el papel de Sanders, que tampoco está nada mal.
La noche de Halloween (1976)
Aunque todo el mundo recuerda a Michale Myers, el sanguinario asesino de este clásico de John carpenter, en su edad adulta, convertido en un auténtico armario y con el rostro enmascarado, no hay que olvidar que la película comienza con el personaje en su tierna (es un decir) infancia asesinando a puñaldas a sus padres y hermanos durante la fiesta de Halloween. Una imagen aterradora que nunca he logrado borrar de mi mente. De hecho, desde hace años vivo atormentado por un triunvitaro de niños diabólicos. El primero es Michael. El segundo, es el niño vampiro de El misteiro de Salem´s Lot (1979), que por la noche aparece frente al dormitorio de su hermano rascándo el cristal de la ventana para que le invite a entrar (y el muy pánfilo lo hace… pobrecillo). Y el tercero, o mejor dicho, tercera, es la niña zombificada de La noche de los muertos vivientes (1968) que, tras asesinar a su madre apuñaládola con una espátula, se come sus entrañas ante los incrédulos ojos de papá.
La calumnia (1934)
No conviene perder de vista la fecha en que fue escrita esta pieza teatral (titulada originalmente The children hour), porque en 1934 su argumento era una auténtica bomba de relojería contra el puritanismo, la hipocresía y la intolerancia. Una alumna de un selecto y estricto internado femenino decide vengarse de dos profesoras acusándolas de ser lesbianas. A partir de ahí, la vida de ambas mujeres se vendrá abajo. La escuela se quedará sin alumnas, perderán un juicio por difamación, y los planes de matrimonio de una de ellas saltarán hechos pedazos… El desenlace reserva aún una sorpresa más dolorosa, pero que no voy a revelar aquí para no estropearle la trama a quien no la haya visto. La obra fue llevada al cine en dos ocasiones, ambas dirigidas por el maestro William Wyler. La primera de ellas, que en España se tituló Esos tres (1936) tuvo que hacer tantos equilibrios por causa de la censura para evitar cualquier referencia al tema del lesbianismo que, sin ser una mala película, la pieza original acaba resultando casi irreconocible en esta versión. Mucho mejor resultó la segunda, titulada ya en España La calumnia (1966), y con Audrey Hepburn y Shirley McLaine interpretando a la pareja protagonista. Aún así, el concepto «lesbianismo» no e ra nombrado en ningún momento en el filme, y resultaba todo mucho más intuído que explícito. Lo cual en este caso acababa paradojicamenre redundando en beneficio del filme, ya que esa autorepresión le confería a la cinta un añadido caracter opresivo y malsano. Con todo, personalmente, tuvo que esperar hasta 2004 para ver una verisón realmente fiel a la pieza original. La que protagonizó y produjo Cristina Higueras con Fiorella faltoyano como coprotagonista, y dirigida por Fernando Méndez-Leite. Aquí el tema de la obra ya si se exponía sin tapujos, lo cual arrojaba una extremecedora conclusión: pese a estar escrita en los años 30 la pieza resultaba absolutamente frecas, y aunque el conflicto se hubiera trasladado al pleno siglo XXI, la maledicencia de la niña que acusa a las profesoras de ser amantess, habría resultado igual de destructiva y venenosa. Lo cual demuestra que no hemos avanzado tanto. De todos los críos maléficos que he incluído en esta galería, probablemente la niña de La calumnia sea la peor de todas, porquer es un personaje que resulta estremecedoramente real. Y, cambiando de tercio, no quiero dejar de decir que Miss Higueras, en su encarnación del personaje de Karen, realizaba una de sus interpretaciones más sensibles, delicadas y dolorosas. No se… La pieza original es americana, pero esta versión me parece uno de los últimos grandes hitos del teatro en España. Antes de que la profesión cayera en manos de un puñado de simples aficionados. Pero, claro, esa es una opinión estrictamente eprsonal.