Desde que comienza, hasta el momento del implante, todo cuenta. Cuentan los rigurosos controles de calidad del tejido y el resultado de las pruebas microbiológicas que se repiten durante todo el proceso, pero cuenta también cualquier pormenor ambiental tanto por parte de la sala como de los propios operarios.
Es importantísimo que el trabajo se realice en la más absoluta asepsia. Si la piel no cumple el estándar de calidad, se rechaza. Cada pequeña pieza de piel se trata antes de guardarla. Cuando las medidas y características biológicas son idóneas, pasa a un exquisito proceso de congelación que puede durar hasta 10 años. Los métodos de preservación más empleados son la glicerolización, la criopreservación y la liofilización. El Banco de Tejidos del Hospital de Getafe dispone en estos momentos de unos 20.000 cm2 de piel de cadáver.
Una cortina de aire aísla a la bióloga mientras mide la piel procedente del cadáver y toma cultivos microbiológicos.
Cada muestra es procesada y sometida a estrictos controles microbiológicos y de calidad. Una vez validada para su uso en pacientes humanos, la cámara frigorífica garantiza una viabilidad de hasta diez años.
Esta piel reconstituida, desinfectada y estirada pasa a tubos en fragmentos de 1 mm de espesor y 432 cm2 de superficie. El envase lleva anejas las anotaciones de todos los detalles del proceso.
El glicerol en altas concentraciones permite que esté lista para su implante con total seguridad en el momento que lo requiera el equipo de cirujanos plásticos de la Unidad de Grandes Quemados.
De fémur
Miguel Casares sostiene un tejido óseo que sustituirá a un fémur extraído por un tumor. Si el trasplante es inminente, puede almacenarse durante seis meses. De un fallecido se pueden extraer unas 40 piezas óseas útiles.
De córnea
Permite restaurar la visión y evita la pérdida de un globo ocular. Se obtienen veinte córneas artificiales a partir de una sola. En España se emplean unas 3.200 al año.