Miles de niños que viven en la calle en Nigeria, y se alimentan de lo que encuentran en la basura. Algunos de ellos fueron abandonados por sus propios padres convencidos de que habían alumbrado a un brujo. La tradición dice que su permanencia en el hogar es un peligro y por eso el destino de esos bebés es el destierro familiar.
Y ese fue el caso del niño que protagoniza esta historia. La denesa Anja Ringgren Loven, fundadora de la ONG African Children’s Aid Education and Development Foundation, lo encontró por azar. El crío estaba desnutrido e invadido por parásitos. Anja le dio de beber, lo cubrió con una manta y lo tomó en sus brazos. Luego, lo llevó a una clínica donde recibió tratamiento médico.
Lo primero que se hizo fue desparasitarle y realizarle transfusiones de sangre para estabilizar su estado. Poco a poco, el niño ha ido mejorando y, según informan de la ONG, ya come por sí solo e incluso ha empezado a sonreir. Tal vez por eso, le han bautizado Hope (Esperanza).
En este caso la historia ha tenido un final feliz pero, ¿en cuántas ocasiones no es así?