Con una espléndida y feroz apariencia, este familiar del gran duque (Bubo bubo, o búho real) se erige sobre las rocas mostrando su señorial e impactante silueta, dando a entender que bien podría ser, si así lo quisiera, el dueño y señor de esos parajes. El búho faraón, o búho del desierto (Bubo ascalaphus) fue descrito por primera vez por el zoólogo francés Jules-César Savigny en el año 1809 en Egipto, en una misión encomendada por otro “faraón”: Napoleón Bonaparte.
Hasta hace poco se consideraba una subespecie del búho real, pero recientemente los biólogos las han separado en dos especies, dados sus distintos plumaje y tamaño, su lugar de residencia y también su diferente ulular, que puede oírse incluso a distancias superiores de 2 kilómetros.
¿QUÉ LOS DIFERENCIA?
Mientras que el B. ascalaphus prefiere las llanuras del desierto, las rocas y los climas áridos, su familiar, el búho real, tiene preferencia por los bosques templados y las zonas montañosas. El faraón es, también, un 20% más pequeño que su familiar directo, el Bubo bubo, que precisamente destaca entre el género por la envergadura de 2 m de sus alas y su porte de hasta 70 cm de altura, lo que lo convierte en el búho más grande de España. Su dieta es de todo menos ligera, ya que el superdepredador faraónico se encuentra en lo más alto de la cadena trófica: esta simpática y misteriosa rapaz se alimenta de otras aves y mamíferos pequeños: ha sido avistada cazando conejos, liebres, ratones, erizos… Pero también reptiles, etc., e incluso jóvenes zorros y ciervos de más de 10 kilos.
Su morfología también los asocia cercanos en especie. El búho real tiene las plumas más oscuras, tanto en el moteado como en el color base, lo que quizá responda a una necesidad de ocultarse en su hábitat: necesita un plumaje más oscuro para camuflarse entre las rocas; por su parte, el búho faraón tiene un color beis que le permite esconderse en el desierto. Una cuestión de supervivencia que por su fama no debiera preocuparles mucho.
Sus ojos, de un magnético color amarillo anaranjado, son similares en ambos casos, y representan la clara expresión de un ave señorial, magnífica, reina de la noche y de los terrenos libres y salvajes de las llanuras africanas.
Cada individuo de B. ascalaphus tiene su propia forma de ulular con un registro único, de la misma forma que también todos los búhos reales poseen un aullido distinto entre sí. Consiste en un sonido fuerte y profundo tipo úú-oo (de ahí el nombre del género: Bubo).
LOS TERRENOS DEL GRAN DUQUE
El búho faraón ha sido visto anidando incluso en las pirámides de Egipto, donde, por el color de la piedra, puede confundirse con facilidad.
Habitualmente, esta especie aprovecha para anidar los árboles y nidos grandes que han sido abandonados por otros pájaros, e incluso se han visto nidos de faraones en el mismo suelo. Las zonas donde viven los diferentes ejemplares están también bastante delimitadas. El B. ascalaphus podemos encontrarlo en el norte de África, Oriente Medio, Sahara, Mauritania, Sudán y Arabia. El búho real es más frecuente en Europa, concretamente en el Noroeste y en la zona mediterránea. Por eso este búho, más europeo, es muy usado en el arte de la cetrería gracias a la facilidad para domesticarlo.
UNA FIERA MUY LEAL
Tan eficaz y depredador en la caza como la mismísima águila real, y de actitud fuertemente territorial, el gran faraón distingue a su presa oteando el terreno al volar. Lo hace de forma directa, potente y con planeos frecuentes, que, gracias a su gran visión nocturna y su aleteo silencioso, lo convierten en una de las especies más peligrosas para los mamíferos, reptiles y aves que estén por debajo de los 10 kg de peso.
Al llegar al nido, el búho suele vivir en soledad hasta la época del cortejo, a finales del invierno. Es cuando el B. ascalaphus elige su media naranja, en parejas monógamas que duran para siempre. Teniendo en cuenta que su media de vida son 20 años, e incluso 60 en cautividad, la cosa tiene su mérito. Además, durante los 36 días que dura aproximadamente la incubación, el macho cuida a la hembra, que no sale del nido, y se ocupa de alimentarla.
Los pequeños recién nacidos de los 2 a 4 huevos de la puesta estarán preparados para aprender de sus padres –pájaros, según muchos, de mal agüero– y dejar el nido pasado un mes del nacimiento de las rapaces. Agoreras o no, son de las más bellas rapaces nocturnas que existen.