Una de las mayores extinciones masivas globales , la ocurrida durante el periodo Triásico, no cambió fundamentalmente los ecosistemas marinos. Al menos eso es lo que afirma un equipo internacional de científicos, liderados por Alexander Dunhill, de la Universidad de Leeds. Los expertos descubrieron que aunque el evento eliminó una gran proporción de especies, no parece haber cambios drásticos en los ecosistemas marinos.
La extinción masiva del Triásico tardío ocurrió hace 201 millones de años. Casi el 50% de la vida en la Tierra se extinguió como resultado de enormes erupciones volcánicas. Esto provocó altos niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera produciendo un rápido calentamiento global. Las erupciones también están asociadas con la ruptura del supercontinente Pangea y la apertura del Océano Atlántico
“Si bien la extinción masiva del Triásico tardío tuvo un gran impacto en el número total de especies marinas – explica Dunhill en un comunicado – , todavía había suficiente diversidad entre las especies restantes para que el ecosistema marino fuera capaz de funcionar del misma modo que lo había hecho antes”.
El equipo de Dunhill comparó el ecosistema marino a lo largo del evento de extinción masiva mediante el examen de fósiles desde el Triásico medio hasta el Jurásico medio, un período de 70 millones de años. Clasificaron el estilo de vida de los diferentes animales que habitan en el océano según cómo se movían, dónde vivían y cómo se alimentaban. Ello les permitió determinar que ninguno de estos estilos de vida había desaparecido por completo.
“No estamos diciendo que no sucedió nada – añade el coautor William Foster –, sino que durante aquella época, los océanos globales, tras la extinción, eran un poco como un barco tripulado por una tripulación bajo mínimos: todas las estaciones estaban operativas, pero tripuladas por relativamente pocas especies”.
Los resultados, publicados en Palaeontology, mostraron que si bien la extinción no resultó en un cambio ecológico marino mundial, tuvo efectos regionales y ambientales profundos.
A continuación, algunas de las especies marinas que habitaron nuestro planeta.
Quince metros de largo, cabeza de cocodrilo y cientos de dientes afilados como cuchillas. Esa era la carta de presentación del Mosasaurus.
Vale, es cierto que el Tanystropheus no era estrictamente un animal marino, pero como su dieta estaba constituida principalmente por peces, lo incluimos. Alcanzaba los 6 metros de longitud y vivió 215 millones de años atrás.
Cualquier animal que lleve en su nombre la palabra escorpión, da miedo. Pero el Jaekelopterus rhenaniae era un escorpión marino y medía 2,5 metros y debió dar pavor. Lo único bueno es que se extinguieron 250 millones de años atrás. Es el artrópodo más grande conocido hasta la fecha.
El Liopleurodon habitó los mares que cubrían Europa durante el Jurásico y fue uno de los depredadores más temibles: solo sus mandíbulas alcanzaban los 3 metros de largo.
El Dunkleosteus parece una criatura de películas de serie B, un “mutante” entre piraña y tanque blindado de 10 metros de largo y con una fuerza en la mandíbula equivalente a la de un T. rex.
Su nombre ya habla de un monstruo temible: Livyatan melvillei. Entre el mítico leviatán y las pesadillas de Herman Melville, el capitán Ahab y su némesis. Era una ballena que comía…ballenas y al mayor tiburón de los mares, el Carcharodon megalodon. Los dientes de esta bestia son los más grandes de todos los animales que los han usado para alimentarse: 36 centímetros. Se extinguió unos 10 millones de años atrás.
El T. saurophagis, con sus nueve metros de largo, fue una especie temprana de ictiosaurio. Desafortunadamente para él, no sobrevivió a la extinción del Pérmico-Triásico, cuando el 95% de la vida marina desapareció del planeta.
Un carnívoro de 15 metros de longitud que comía desde tiburones hasta aves y durante millones de años estaba en la cima de la cadena alimentaria. Ese era el Tylosaurus.
El Thalassomedon, cuyo nombre significa “el señor de los mares” llegaba a los 12 metros de longitud. Solo sus aletas medían 2 metros.
Imagínate sumergirte en el océano y encontrarte de frente con una cruza de serpiente, cocodrilo y ballena de treinta metros de largo. Estarías temblando ante un Basilosaurus, un ancestro temible de las ballenas. Y uno de los grandes depredadores de su época, unos 35 millones de años atrás.