Uno de mis mejores amigos de internet se llama Miguelón y reside en el Museo de la Evolución Humana, en Burgos. En Twitter se le conoce como MiguelonATA, y en realidad es un Homo heidelbergensis que vivió en Burgos hace 500.000 años. Representa lo que cualquier visitante se va a encontrar en este centro de divulgación: cientos de miles de años de historia de la humanidad narrados por medio de las últimas tecnologías.
El Museo de la Evolución es en realidad una sima. En el inicio hay una gran pendiente que arrastra a los recién llegados en una representación de lo que es la excavación de Atapuerca, ese gran yacimiento a veinte kilómetros de la capital burgalesa que dio origen a este centro. Atapuerca es el mayor y más antiguo yacimiento de Europa, y en este Museo se encuentran los restos originales que le han dado fama. Entre ellos, el cráneo 5, Miguelón, que es el fósil más completo del mundo. Allí está, además, Elvis, la pelvis fósil perfecta, que también cuenta con una antigüedad de medio millón de años. Y no falta Excalibur, un hacha de filos cortantes, tallada hace 400.000 años en una piedra de sílex. No hay piedras así en los alrededores del yacimiento. Así que alguien la talló, la guardó y la llevó hasta allí.
Subiendo desde este santuario, como define a esta sala de fósiles el director del centro, Javier Vicente Domingo, descubres la evolución humana. Menciones a Darwin y al genoma, reproducciones de homínidos y hologramas más clásicos se mezclan con un gigantesco cerebro diseñado por el artista Daniel Canogar, en el que parece sentirse realmente la velocidad a la que se mueven nuestras neuronas.
Pilar, una de las monitoras del centro, ofrece una idea: “La evolución no trabaja como lo hace un ingeniero, sino como un chapuzas. El azar de millones de años es lo que nos ha llevado hasta lo que ahora somos”.