El mar Báltico es la mayor extensión de agua salobre del mundo: eso quiere decir que su contenido en sal está más cercano al de los ríos que al del Mediterráneo, por ejemplo. Rodeado de países desarrollados, el equilibrio de su ecología lleva años amenazado, a pesar de contar con un organismo internacional, la Comisión de Helsinki (HELCOM), encargado de velar por él.
Para comprobar su estado real, la organización Oceana ha enviado su barco Hanse Explorer a una expedición de dos meses con buzos profesionales, científicos marinos y fotógrafos especializados a bordo. Además del robot de exploración ROV. Las conclusiones definitivas se publicarán en otoño, pero ya han ofrecido un primer adelanto que incluye las imágenes de esta galería. La vibrante, colorida y diversa vida de algunas zonas contrasta con el panorama desolador, turbio y degradado de otras.
El aviso está servido: si queremos detener la destrucción y restaurar la salud de los ecosistemas, hay que actuar ya. Entre las medidas que propone Oceana se incluyen ampliar las áreas protegidas hasta un 30% de la superficie (actualmente cubren el 12%), eliminar los subsidios pesqueros y prohibir la pesca de arrastre. Los cambios que provocarían tendrían también un impacto positivo en la economía de las comunidades pesqueras de la zona. Como ejemplo, el ecólogo marino alemán Rainer Froese aseguraba en el seminario El mar Báltico: conocerlo para protegerlo mejor, celebrado en Gdansk (Polonia): “Los beneficios de los pescadores se multiplicarían por 5 en los próximos 10 años si la población de bacalao del Báltico oriental pudiera continuar con su actual recuperación”.
También solicitan que se cumpla el Plan de Acción aprobado por el HELCOM hace tres años, que incluye una gestión de las pesquerías más respetuosa con los ecosistemas. Hasta ahora, es solo papel mojado.