El laboratorio de Ron Milo, del Instituto Weizmann ha conseguido algo que años atrás parecía imposible: modificar una bacteria para que renuncie al azúcar y centre su dieta exclusivamente en dióxido de carbono (CO2. Este logro implicó casi una década de ingeniería genética y una versión acelerada de la evolución que se llevó a cabo en el laboratorio, según explica el equipo de Milo en un estudio publicado en Cell.
El primer paso fue identificar genes cruciales para el proceso de fijación de carbono, como la forma en que las plantas obtienen carbono del CO2 con el propósito de convertirlo en moléculas biológicas.
Para ello el equipo de Milo utilizó la evolución de laboratorio, una versión acelerada de un proceso que puede tomar siglos, como poco. Básicamente las bacterias fueron privadas gradualmente de su alimento habitual: el azúcar. Cada nueva generación recibía un poco menos de azúcar y más CO2. A medida que algunas «aprendieron» a desarrollar un gusto por el CO2, lo que les daba una ventaja evolutiva sobre los que se quedaron con el azúcar. Después de un año de adaptarse a la nueva dieta, algunas bacterias finalmente lograron vivir y multiplicarse en un ambiente solo con CO2.
Los investigadores creen que esto podría ser muy saludable para el planeta, por ejemplo permitiría desarrollar, en el futuro, combustibles neutros en carbono.
«Nuestro laboratorio – concluye Milo en un comunicado – fue el primero en intentar cambiar la dieta de un heterótrofo normal (uno que consume sustancias orgánicas) para convertirlo en autotrofismo . Parecía imposible al principio, pero nos ha enseñado numerosas lecciones en el camino, y al final demostramos que sí se puede hacer. Nuestros hallazgos son un hito importante hacia nuestro objetivo de aplicaciones científicas eficientes y ecológicas”.