Aunque se pensaba que solo ocurría en lagartijas y otros animales pequeños, los enormes caimanes también regeneran su cola después de cortarla
Desde pequeños sabemos que una lagartija atrapada prefiere perder su cola, algo que no parece preocuparles mucho, porque al poco tiempo vuelve a crecer. Esta regeneración de un miembro perdido se observa también en otros animales pequeños, pero los científicos pensaban que no era posible en especies más grandes.
Un equipo interdisciplinar de investigadores de la Universidad Estatal de Arizona ha usado una técnica avanzada de imágenes para mostrar que los caimanes, que llegan a alcanzar tres metros de largo, comparten alguna de las capacidades regenerativas de los reptiles mucho más pequeños.
En el estudio se ha comprobado que los jóvenes caimanes pueden regenerar sus colas cortadas hasta 25 centímetros, alrededor del 18% de la longitud total de su cuerpo. Estas nuevas colas eran estructuras complejas, con un esqueleto central compuesto de cartílago rodeado de tejido conectivo entrelazado con vasos sanguíneos y nervios.
Las nuevas colas no son idénticas a las originales, algo que solo se da en especies como el ajolote o el pez cebra, en los que se regenera la piel, el músculo, cartílago, hueso y la médula espinal.
En el caimán la nueva cola está compuesta de piel y cartílago, pero no tiene ni huesos ni músculos ni nervios Algo parecido ocurre con las ranas a las que se les corta una pata.
Las lagartijas, que es el caso más conocido, tienen una regeneración casi completa de sus colas, pero el hueso no se regenera y se sustituye por cartílago.
Los caimanes, dinosaurios y aves tienen antepasados comunes, que se separaron evolutivamente hace unos 250 millones de años. Los caimanes y otros lagartos han conservado la maquinaria celular para hacer crecer colas complejas, mientras que las aves han perdido esa capacidad.
¿Es posible que los dinosaurios, de los cuales surgieron las aves modernas, tuvieran colas que podían volver a crecer? Según el autor del estudio Kenro Kusumi, no se ha encontrado ninguna evidencia hasta la fecha.
El descubrimiento también abre la posibilidad de descubrir tratamientos para reparar lesiones y tratar enfermedades como la artritis en las que los tendones y huesos se degeneran.