En el siglo XI, en plena Edad Media, los astrónomos andalusíes de la taifa de Toledo fabricaron unos instrumentos de precisión fascinantes: los astrolabios
Nuestra ruta comienza en el museo de los tapices de la Catedral de Toledo. Allí se puede ver el llamado tapiz de los astrolabios una obra flamenca del siglo XV muy especial, ya que se trata del único tapiz que trata de astronomía. A la izquierda, junto al dios creador (el motor primero) aparecen dos jóvenes que mueven la esfera celeste con una manivela y el titán atlas que la sujeta casualmente como si fuera una pelota de playa.
Pero lo más interesante de este tapiz toledano es el círculo que ocupa el centro y que representa un astrolabio. Los astrónomos de la actualidad utilizan radiotelescopios, observatorios con enormes espejos reflectores e incluso telescopios en órbita como el Hubble. Pero los astrónomos del siglo XI usaban astrolabios, y en aquella época, los mejores astrolabios del mundo se fabricaban en la ciudad de Toledo.
De Grecia a al-Ándalus
La palabra astrolabio significa en griego «buscador de estrellas» y es, sencillamente, un instrumento para determinar la posición de los astros. No se conoce quién lo inventó, pero Ptolomeo ya describe su uso en el siglo II e Hipatia de Alejandría construyó uno que lo mejoraba. El astrolabio era el iPhone de la edad media. Servía para calcular la hora a partir de la posición de las estrellas, medir la latitud y calcular distancias y alturas.
El astrolabio se sujetaba con la mano, dejándolo colgar en posición vertical. La aguja gira para apuntar una estrella. La araña o red, una rejilla circular que gira, y cuyos punteros dan la posición del Sol, la Luna y las diferentes estrellas.
Al-Ándalus, como se llamaba la Península Ibérica durante el dominio musulmán, fue un oasis para la ciencia en la Edad Media. El califato de Córdoba conservó el saber de la cultura clásica grecorromana, y le sumó las ideas procedentes de Asia. Incluso tras la disolución del califato, los reinos de taifas siguieron con esta labor.
El astrolabio de al-Sahli, de Madrid a Oxford
Uno de los matemáticos andalusíes llamado Ibrahim ibn Said al-Sahli se hizo famoso por inventar y construir el astrolabio que lleva su nombre. Su astrolabio ha llegado hasta nuestros días, pero para verlo tendremos que tomar el tren de alta velocidad desde Toledo y acercarnos al Museo Arqueológico Nacional en Madrid, donde se conserva.
Entre 1067 y 1086 al-Sahli Construyó cuatro astrolabios más, uno de los cuales se puede admirar en el Museo de Ciencia de Oxford. Los astrolabios no solo eran instrumentos de precisión, sino auténticas obras de arte fabricadas en latón por orfebres y decorados y decorados con esmero.
Los astrolabios se siguieron fabricando en Toledo durante siglos y, por ejemplo, se puede contemplar una magnífica pieza toledana del siglo XIV en el museo Aga Khan en Toronto.
Azarquiel, el gigante de la astronomía, y su azalea
En la misma época, un orfebre de Toledo llamado Azarquiel fue testigo de la disolución del califato de Córdoba. Su ingenio lo convirtió en el astrónomo más importante de al-Ándalus, y probablemente de la historia de España.
Aprendió matemáticas y astronomía de los sabios de la Corte del Califa, y llegó a desafiar la idea, entonces imperante, de las esferas celestes perfectas de Ptolomeo. Azarquiel se dio cuenta de que la órbita del planeta Mercurio no era circular, una idea que influyó a Copérnico casi cinco siglos más tarde para sacar a la Tierra del centro del universo de una vez por todas.
A un genio como Azarquiel el astrolabio se le quedaba corto. Los atrolabios solían tener cuatro o cinco placas intercambiables que representaban las posiciones de las estrellas según la latitud a la que se encontraban. Esto obligaba a cambiar de placa a medida que se desplazaba el observador.
Azarquiel inventó en su propio instrumento de observación, la azafea, que permitía la observación astronómica en cualquier latitud terrestre. En lugar de utilizar el horizonte como referencia, la azafea usaba el punto vernal, el punto en el que el Sol pasa del hemisferio norte al hemisferio sur. ¿Quieres ver una azalea? Lo más fácil es acercarse a ver la reproducción que se conserva en la torre de Calahorra, en Córdoba.
Azarquiel describió cómo construir y usar la azafea en su obra al-Safiha al-Zarqaliya (Azafea zarqueliana). El invento tuvo tanto éxito que se extendió por toda Europa bajo el nombre de Saphaea. El no tener que cambiar de placa hacía que el instrumento, por primera vez, se pudiera usar para la navegación.
En 1085 la reconquista cristiana de Toledo obligó a Azarquiel marchar a Sevilla, donde murió dos años más tarde. El rey Alfonso X el Sabe de Castilla habla de la azafea en su Libro del saber de la astrología, y en la Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial se encuentra el manuscrito 962 donde se describe cómo funciona el instrumento. Gracias a estos eruditos sabemos cómo era.
Se conservan unos 2.000 astrolabios, pero solo nos han llegado siete azaleas, y ninguna de Azarquiel. Era un instrumento demasiado preciso, y por tanto demasiado complicado de usar. No era el iPhone.
Con la colaboración de Hyundai