Los recuerdos se encuentran entre los «objetos» más escurridizos y maleables del cerebro humano. Nunca estés absolutamente seguro de que eso que recuerdas pasó tal y como crees
Te invitamos a hacer dos experimentos caseros cuyo resultado suele ser inquietante. Para el primero, pide a alguien que cuente algo divertido o apasionante que le ocurriera en la adolescencia, por ejemplo, el primer concierto al que fue, o esos pasteles que le gustaban especialmente y compraba todos los domingos. Pídele que te cuente todos los detalles y, mientras lo hace, piensa que te estaba sucediendo a ti. Es un divertimento, un experimento mental, un juego que permite «apropiarse» de los recuerdos de otro. Si repites el ejercicio varios días, llegará un momento en el que dudes si fuiste tú quien estuvo en ese concierto, y buscarás esos pastelitos que se habrán convertido en parte de tu infancia.
¿Crees saber cuál es el primer recuerdo de tu vida? Pues posiblemente no sea real. Nada mejor para comprobar la fragilidad de un recuerdo que reencontrarte con un amigo de la infancia y revivir juntos algo que compartisteis. La historia estará repleta de añadidos propios de cada cosecha, lo que cada uno de vuestros cerebros ha quitado, o enriquecido.
Hasta aquí, experimentos caseros que no van más allá de un juego. Sin embargo, los experimentos científicos tras lo falsos recuerdos tiene casi un siglo de historia.
Los recuerdos que nadie querría tener
La psicóloga Elizabeth Loftus, de la Universidad de California, en Irvine, Estados Unidos, es una de las investigadoras más reconocidas en el área de los falsos recuerdos, o falsas memorias. Loftus se ha dedicado a investigar cómo las personas generamos falsos recuerdos que acaban integrados en nuestra memoria. Este fue uno de los experimentos más famosos de Loftus:
A un grupo de personas les dieron cuatro cartas. Tres de ellas contenían experiencias reales, cosas que habían vivido en la infancia y que habían relatado parientes cercanos. La cuarta carta era un fake, un recuerdo totalmente inventado. Esa carta describía que cuando eran niños habían ido con su familia a un centro comercial, se habían perdido, y les había encontrado una ancianita amable. Al final de tres entrevistas en las que Loftus les preguntaba por sus recuerdos, el 25% de los sujetos que participaron en el experimento comenzaron a describir detalles de cuando se perdieron en el centro comercial, y algunos incluso pudieron describir a la anciana que los ayudó y lo angustiados que se habían sentido.
Loftus ideó un experimento más radical que el anterior. Esta vez, recogió fotografías de los voluntarios cuando eran niños, y las manipuló en montajes extravagantes, por ejemplo, situándoles en un globo aerostático. Al final del experimento el 50% de ellos pudieron dar detalles de ese evento. Incluso un participante mencionó haber visto desde el aire su escuela y a su mamá en tierra tomando la foto.
“A menudo construimos recuerdos de eventos importantes dándoles la forma que más nos convenga”
Las personas recuerdan experiencias pasadas a través del llamado sistema de memoria episódica. En el proceso, pueden manipular sus recuerdos en tres niveles, describen el Dr. Roy Dings y el profesor Albert Newen del Instituto de Filosofía II de la Ruhr-Universität Bochum en un artículo teórico que acaba de publicarse en línea en la revista “Review of Philosophy and Psychology”. Los investigadores explican cómo las personas recuerdan experiencias pasadas y las modifican según las están recordando. “A menudo construimos recuerdos de eventos importantes dándoles la forma que más nos convenga”, destaca Albert Newen.
Los recuerdos no son representaciones fotográficas
Los adultos recuerdan principalmente experiencias significativas que estuvieron vinculadas a sentimientos muy positivos o muy negativos, como una experiencia única en vacaciones, un examen de conducir o una boda.
La memoria no es un extracto fotográfico del pasado, sino un constructo que se alimenta de la percepción de un hecho pasado; sin embargo, cuando la situación percibida se almacena y, sobre todo, se recuerda, se producen diversos procesos constructivos. “Parafraseando a Pippi Calzaslargas, se podría decir: hago el mundo pasado como me gusta”, como ilustra Roy Dings.
Las personas pueden influir en la construcción de un escenario pasado en tres niveles de procesamiento, algo que suele ocurrir de forma automática e inconsciente. La fuente de influencia es la autoimagen narrativa: “Cuando hablamos con amigos, contamos sobre nosotros mismos las cosas que son importantes para nosotros”, dice Roy Dings. “Nos referimos a estos aspectos como la autoimagen narrativa”.
El modelo constructivo de recuerdo de la memoriaLos autores, así como todos los miembros del grupo de investigación «Construyendo escenarios del pasado», con sede en Bochum, trabajan sobre el supuesto de que se forma un recuerdo cuando un rastro de memoria es activado por un estímulo: la tarjeta de invitación de boda en el tablón de anuncios, por ejemplo, activa un rastro de memoria de la mesa nupcial.
Sin embargo, de acuerdo con el modelo de memoria episódica de Bochum, la situación se ve aumentada por el conocimiento de fondo general que está disponible en la memoria semántica. Cuando el rastro de la memoria y el conocimiento de fondo se fusionan, surge una imagen vívida de la memoria, por ejemplo, del saludo de la novia y, finalmente, la persona habla sobre el evento de la forma en que lo experimentó.
Tres niveles de influenciaEl proceso de construcción de escenarios incluye el estímulo que activa la memoria, el procesamiento real y el resultado, es decir, la imagen de la memoria y la descripción asociada. Las personas pueden verse influenciadas por los tres componentes. En primer lugar, tienden a buscar específicamente el estímulo desencadenante de los recuerdos positivos y evitarlo en los recuerdos negativos. Por ejemplo, ponen una foto de boda en el escritorio de la oficina, pero evitan encuentros con personas con las que se asocian recuerdos desagradables.
En segundo lugar, la imagen de sí mismo también puede influir en la información de fondo sobre la que se extrae para aumentar el rastro de memoria escasa en una memoria vívida; esto es lo que determina la rica imagen de la memoria en primer lugar.
En tercer lugar, la descripción asociada con una imagen de memoria puede ser muy concreta o más bien abstracta. La imagen de la memoria puede describirse en términos concretos como el comienzo del discurso de la novia o en términos más abstractos como el comienzo del crecimiento de dos familias. Cuanto más abstracta sea la descripción asociada, más probable es que una persona recuerde la experiencia desde la perspectiva de un observador, es decir, como un objeto en la escena; en este caso, los sentimientos asociados a la experiencia son menos intensos. El nivel de descripción elegido por la autoimagen influye en la imagen de la memoria y cómo se experimenta y, en particular, en qué forma se registra.
“Básicamente, esto significa que damos forma a nuestros recuerdos de tal manera que protegemos nuestro yo positivo y tendemos a mitigar los desafíos que plantean los recuerdos negativos que no se ajustan a nuestra imagen de nosotros mismos”, concluye Albert Newen.
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