Para alcanzar la neutralidad de carbono es necesario capturar y reutilizar el CO2 que se emite a la atmósfera
El planeta se ha vuelto loco. Los termómetros en Death Valley, California, volvieron a hervir este verano, batiendo el récord de temperatura desde que hay registros con 54,4 grados. Lo que antes era excepcional, ahora se repite cada año. Sequías, huracanes, inundaciones, olas de calor e incendios, la desaparición acelerada de selvas y de millones de especies.
La causa de esta locura es el dióxido de carbono. El carbono es la base de la vida, al menos en este mundo. La biosfera, esa delgada capa donde se encuentra la vida, acumula la mayor parte del carbono de los seres vivos. Las plantas absorben carbono de la atmósfera en forma de CO2, y lo utilizan para construirse a sí mismas. Los animales comen las plantas y son devorados por otros animales, cuyos restos son alimento para otras plantas, y así sucesivamente.
Hasta hace muy poco este carbono se quedaba pegado al suelo, pero en solo cien años los humanos hemos dado la vuelta al ciclo. Hemos quemado enormes cantidades de petróleo, resultado de los restos de plantas enterradas hace millones de años bajo el suelo, y lo hemos liberado de golpe a la atmósfera en forma de CO2.
El CO2 del aire tardará miles de años en volver a la tierra. Esto quiere decir que el cambio ocurrido hasta ahora ya no tiene vuelta atrás. Pero el aumento de temperatura en el futuro se puede frenar: solo hay que dejar de emitir carbono a la atmósfera.
En el mundo actual esto parece una misión imposible. El 85% de la energía consumida en el planeta proviene de combustibles fósiles. Incluso si se produjera un abandono generalizado del gas y el petróleo, muchas otras actividades humanas seguirían emitiendo CO2 a la atmósfera. Aquí es donde entra el concepto de neutralidad de carbono.
La neutralidad de carbono consiste en alcanzar el equilibrio entre el carbono emitido y el carbono que absorben los llamados sumideros de carbono, aquellos sistemas que absorben más carbono del que emiten, como los bosques, los suelos y los océanos, y los sistemas de captura de CO2.
Esto no es lo mismo que las emisiones netas cero (net-zero), que consisten en no emitir CO2 ni otros gases de efecto invernadero.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 en París se alcanzó un compromiso: avanzar hacia la neutralidad de carbono para 2050 con el fin de limitar el aumento de temperatura a 1,5 grados (en la actualidad es de 1,1 grados).
Según la Comisión de la Unión Europea, los sumideros naturales eliminan entre 9,5 y 11 gigatoneladas de CO2 al año. Hasta la fecha, ningún sumidero artificial de carbono puede eliminar el carbono de la atmósfera a la escala necesaria para luchar contra el calentamiento global. Para conseguir la neutralidad del carbono las empresas tienen la opción de equilibrar sus emisiones mediante la compensación y la compra de créditos de carbono, que se destinan, por ejemplo, a plantar bosques.
Otra opción es capturar el CO2 que emiten las industrias y usarlo para generar combustibles, cerrando así el ciclo y evitando nuevas emisiones. Por ejemplo, la empresa Air Liquide captura el CO2 emitido por las fundiciones de acero por condensación criogénica. El CO2 se puede convertir en metanol mediante una reacción llamada hidrogenación catalítica.
El metanol es una de las alternativas más conocidas a los combustibles fósiles, pero hasta ahora se extraía de plantas como el maíz, un proceso que en conjunto tiene emisiones muy altas. Sin embargo, cuando se obtiene a partir del dióxido de carbono capturado, puede convertirse en un combustible más sostenible.
Combustibles verdes, más verdes
La reacción química que convierte el CO2 en metanol consume grandes cantidades de energía. Los investigadores del ICIQ (Institut Català d’Investigació Química) están desarrollando catalizadores para que esta transformación sea más eficiente.
Otros grupos de investigación están utilizando el dióxido de carbono para obtener plásticos biodegradables y totalmente renovables, o para obtener ácidos carboxílicos, que son materias primas para la industria y la fabricación de medicamentos.
La empresa Repsol va un paso más allá: combustibles con huella de carbono nula. La idea es extraer el CO2 de la chimenea de una industria o central térmica para convertirlo en combustible combinándolo con hidrógeno. Pero, además, se trata de hidrógeno verde obtenido por electrolisis del agua con energías renovables. El combustible sintético obtenido se puede usar en automóviles y aviones.
El CO2 que termina en tu refresco
Esta también es la estrategia de la gasística española Carburos Metálicos, que va a construir una planta de recuperación, depuración y reutilización del CO2 procedente de la central eléctrica de Garray, en Soria, que funcionará con biomasa. El CO2 capturado, además, podrá ser usado por la industria local de alimentación y bebidas.
Hay procesos industriales, como la fundición de acero, que consumen grandes cantidades de energía y por tanto producen elevadas emisiones de CO2. La empresa ArcelorMittal tiene un proyecto pionero en su planta de Asturias para inyectar hidrógeno verde, obtenido mediante energía renovable, y sustituir parcialmente el carbón utilizado en el alto horno durante la producción de acero. Esto permitirá a ArcelorMittal Europa reducir en un 30% las emisiones de carbono en este proceso para 2030.
Lo mismo ocurre con los plásticos, que producen emisiones en su fabricación y también cuando acaba su vida útil, al quemarlos. El policarbonato es uno de los plásticos más usados en los automóviles, desde los faros hasta las ventanas y piezas del interior del vehículo, y por tanto uno de los que mayor impacto tienen. El fabricante de materiales Covestro propone usar policarbonatos neutros para el clima que emplean materias primas procedentes de desechos biológicos, y también emplean energía renovable durante el proceso de producción.
La captura y reutilización del CO2 no es suficiente para detener el cambio climático, pero es una pieza fundamental de este enorme desafío al que se enfrenta la humanidad. Para superarlo, todos los esfuerzos son pocos.