Astrofísica para jóvenes con prisas es una oportunidad a cualquier edad para entender que frases como «somos polvo de estrellas» no son solo una metáfora
Con un exitoso programa de entrevistas y libros superventas, Neil deGrasse Tyson, autor de Astrofísica para jóvenes con prisas, es una de las figuras más populares en EE.UU, y seguramente el divulgador científico más famosos del mundo en este momento. Y cuando digo famoso, digo famoso. La distancia entre deGrasse Tyson y cualquier divulgador o divulgadora de ciencia español en estos momentos habría que medirla en años luz, incluyéndome por supuesto a mí mismo en el lote.
En España la pescadilla se muerde la cola a menudo, y en este caso es difícil encontrar la cabeza: ¿Hay poco interés por la ciencia, o es que se cuenta fatal la ciencia? A las editoriales como en este caso Paidós, que arriesgan, aunque sea con superestrellas como Neil deGrasse, hay que hacerles un monumento. A menudo aquí, las ediciones de libros de divulgación al uso, no van más allá de los cinco mil ejemplares de ventas, esos los que funcionan engrasados. El “padre” del libro que ahora recomendamos, Astrofísica para personas con prisas, también editado en España por Paidós, lleva más de cinco millones de ejemplares vendidos en el mundo. Así que da la risa pensar en lo que en España se ve, escucha y lee sobre divulgación de ciencia. Sin embargo, los y las que lo hacen, crecen en número, tímidamente, pero crecen, y son seres humanos con una suerte, la de desarrollar un valoradísimo pensamiento científico. Sirve para muchísimas cosas.
Hace unos días, Eduardo Sáenz de Cabezón @edusadeci, el matemático que está consiguiendo alcanzar al público general, puso esta frase en su cuenta de Twitter:
“Las matemáticas son un refugio para el ánimo abatido. Son evasión y son amparo. Son ese lugar en que uno encuentra que todo funciona como debería, en que la verdad no depende de quien la diga, en que la realidad y sus dificultades pierden el poder de hacer daño. Casi siempre”.
Habrá a quien esa frase le recuerde la poesía o la música, sin embargo, quienes usan la ciencia como pensamiento saben que también tiene esos dones.
Y aquí llego a la razón por la que recomiendo leer Astrofísica para jóvenes con prisas a cualquier edad.
Es, a primera vista, un libro que recoge las explicaciones científicas a las preguntas que algún día a lo largo de la vida alguien se hace alguna vez. Y lo cuenta con sencillez, con pinceladas emotivas, y chistes (algunos no muy buenos, la verdad, pero simpáticos siempre).
Este libro es además una oportunidad, tenga uno la edad que tenga, de descubrir por qué los científicos dicen frases tan rimbombantes como que somos “polvo de estrellas”, sin que sea una metáfora. Te permite saber por qué no podemos atravesar una pared, y qué sentido tiene eso de que en el interior de un átomo haya tanto espacio que podría compararse con todo un universo. Un átomo, nada a nuestros ojos.
En el comunicado de prensa de este libro dice: «Tyson cubre todos los conceptos principales de la astrofísica”, y lo hace. Explica los quarks, los agujeros negros, las galaxias, incluso ofrece una receta simplificada para cocinar un Universo.
Saber que no sabemos todas las respuestas es enormemente importante para el día a día cotidiano
Sin embargo, el libro tiene un valor más allá de esto, y es señalar cómo trabajan los científicos y científicas, cómo hacen preguntas, cómo no saben todas las respuestas. Saber que no sabemos todas las respuestas es enormemente importante para el día a día cotidiano. La forma en que deGrasse escribe sobre el pensamiento cósmico, sobre tener una perspectiva de lo que es nuestro día a día en el cosmos, ensancha el modo en que uno piensa y siente, le quita rugosidades y telarañas al cerebro.
Es, no hay que olvidar, un libro para niños, con un tono a veces cursi a punto de entrar en diminutivos. Pero me parece una oportunidad para los cientos de miles, por no hablar de millones de personas en España que siguen diciendo que ellos no son de ciencias. ¡Que no se lo pierdan!