Un experimento con ratones comprueba que un cambio en la temperatura del recinto donde se encuentran es capaz de alterar el metabolismo y la grasa marrón en estos animales, y lo mismo podría ocurrir con las personas.
En nuestra sociedad moderna es raro, o desafortunado, que tengamos que pasar frío. En invierno las temperaturas de los recintos permanecen alrededor de los 20 grados centígrados, o siguiendo las nuevas recomendaciones del Gobierno, 19ºC en los edificios oficiales. ¿Qué efecto tiene bajar la temperatura en nuestro organismo? Un experimento con ratones puede dar la clave.
Los investigadores acaban de publicar en la revista Endocrinology and Metabolism sus hallazgos. Los vivarios donde se alojan los ratones de laboratorio se mantienen a temperaturas típicas de 20-26°C. Para determinar el impacto de los pequeños cambios en la temperatura del alojamiento en el consumo de energía y el tejido adiposo se estudiaron a dos grupos, uno de los cuales pasó de estar a 24°C durante dos semanas a 30°C durante cuatro semanas más, mientras que el grupo de control se mantuvo alojado a 24ºC.
Los resultados del experimento muestran que cuando los ratones pasaron de 24°C a 30°C, se redujo su gasto energético total, tanto en los ratones machos (-25%) como en las hembras (-16%), con una disminución del 36% y del 40% del gasto energético basal (la energía consumida en reposo) en los machos y las hembras, respectivamente.
También se midió el contenido total de proteína UCP1 presente en la grasa marrón, un tejido adiposo que tiene como misión producir calor en el cuerpo, y que consume energía de los otros almacenes de grasa, o en otras palabras, es un tejido graso que adelgaza. En los ratones que pasaron a 30ºC el nivel de las proteínas en su grasa marrón fue un 50% menor.
Estos datos tienen implicaciones para la los modelos de enfermedades humanas como la obesidad, y dan un buen motivo para no poner la calefacción demasiado alta este invierno.
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