Las casas de ADN no son un proyecto virtual, ya se han puesto los primeros ladrillos en el mundo real. Se trata de construcciones basadas en la naturaleza, casas que podrán crecer como lo hacen los árboles
Alberto T. Estévez, Universitat Internacional de Catalunya
“Este árbol junto a mi taller es mi maestro”, decía Antoni Gaudí cuando le preguntaban de dónde había aprendido su singular arquitectura: aprendía de la naturaleza.
Lo llamamos bioaprendizaje, aprender de la naturaleza para construir. La arquitectura genética trata de eso. No es un delirio ni una anécdota divertida, es un plan de futuro que permita construir las casas y ciudades de nuestros sueños, viviendas sostenibles, tan sostenibles como los bosques.
Los que investigamos arquitectura genética estudiamos los sistemas que permiten a los seres vivos crecer. Es arquitectura basada en la biología: planificamos casas, ciudades y mundos en armonía, sostenibles. Las casas de ADN no son un proyecto virtual, ya hemos puesto los primeros ladrillos en el mundo real.
Las casas de ADN pueden crecer solas
Hay un motor que empuja las maravillosas capacidades de la naturaleza: el ADN que inscrito en cada célula organiza el crecimiento y las funciones de todo ser vivo. Hace tiempo que aprendimos sus secretos para obtener mejores resultados en agricultura, incluso para desarrollar fármacos. Ahora, el objetivo es aplicar sus ventajas a otros campos del quehacer humano, quizá a todos. Así, podemos aplicarlo también a la arquitectura y el diseño, donde ya hemos hecho importantes avances.
Por ejemplo, desde la genética puede pensarse en casas que crezcan solas, cuyos “ladrillos” serán células vivas, algo que supondrá una considerable mejora en la sostenibilidad del planeta, que no podemos eludir.
En el año 2000 nació una línea de investigación llamada Arquitecturas Genéticas en la ESARQ – School of Architecture de la Universitat Internacional de Catalunya. Entonces se creó el primer laboratorio de genética del mundo dedicado a investigar objetivos arquitectónicos.
El primer logro fue la bioluminiscencia para cubrir la necesidad humana de luz nocturna de una manera más natural, sin electricidad, sin instalaciones, sin artificios, sólo siguiendo las lecciones de la naturaleza a la hora de ofrecer luz.
Limoneros como farolas
En una primera fase (2003-2006) se introdujo en siete limoneros el gen responsable de la bioluminiscencia (Green Fluorescent Protein), presente en diversos seres vivos como la medusa Aequorea Victoria.
Después se crearon diversas biolamps (2007-2010), lámparas de bacterias bioluminiscentes vivas, que ofrecían su luz natural iluminando durante días los diversos espacios arquitectónicos y urbanos en que se instalaron.
Por último, en una tercera fase (2011-2014), se integraron los genes responsables de la bioluminiscencia de esas bacterias en el ADN de siete tipos de plantas ornamentales, que pueden crecer en jardines, balcones y salas de estar.
Impresión 3D con células vivas
De nuevo por primera vez en el mundo para una escuela de arquitectura, últimamente se han adquirido bioprinters. Se trata de una tecnología con la que ya estamos investigando la impresión 3D con células vivas, en concreto de hueso, que permitan el crecimiento natural de estructuras que puedan ser arquitectónicas. Esto significa que tendríamos “ladrillos” vivos para construir, y las casas, crecerán.
Todos estos son ejemplos radicales de lo que llamamos arquitectura biológica, una arquitectura que cuenta con elementos vivos desde su concepción, que la definen desde niveles intramoleculares y celulares. La propuesta va mucho más allá de un trabajo en la mera superficie de las cosas, el límite para el ser humano hasta este siglo XXI.
En este momento, el campo para aprovechar la integración de seres vivos en la arquitectura, de cara a una mejora en la sostenibilidad, es enorme.
Cubiertas verdes para todos los edificios del mundo
Es más que un sueño. Trabajamos para que las cubiertas de los edificios de todo el planeta sean verdes, ajardinadas, vivas, hasta incluso que las fachadas lo sean. Tendremos sus ventajas de aislamiento térmico, por tanto de mejora energética, paliando el efecto de islas de calor urbanas, mejorando la absorción del polvo urbano, de la contaminación, del CO₂. Además de la creación de biodiversidad y de posible agricultura urbana que implica.
¿Por qué hacemos esto?
Nuestro mayor reto como especie, la sostenibilidad planetaria, incluye las crisis climática, energética, alimentaria, el aumento global de la temperatura, el deshielo, la contaminación, la extinción masiva de especies, la sobreexplotación de recursos naturales, la escasez de agua potable, la acumulación de basuras y plásticos, etc. Todo ligado a su vez a las desigualdades sociales. Por eso se habla de una ecología integral, la que se ha concretado en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Hay que afrontar con igual urgencia los problemas medioambientales y los sociales. Y si no se atienden conjuntamente, algo no exento de esfuerzo y sacrificio, nunca podrán realmente resolverse. El reto de un futuro sostenible es tarea de cada uno y cada una, desde su propio sitio en el mundo, con responsabilidad personal: sólo la suma del trabajo de la humanidad entera en pos de tal sostenibilidad podrá dar continuidad a una vida digna en nuestra Tierra.
Desde nuestra parcela del mundo, como arquitectos, trabajamos para que la casa de nuestros sueños, las ciudades que habitemos, estén en armonía con la naturaleza y el futuro sea sostenible.
Por suerte, todas estas cuestiones están siendo asumidas colectivamente cada vez más, ¡hay esperanza!
Alberto T. Estévez, Catedrático de Arquitectura, Universitat Internacional de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.