Un nuevo análisis exhaustivo que incluye datos de millones de parejas demuestra que las personas prefieren a aquellas que se les parecen
Los polos opuestos no se atraen. Esa es la conclusión de un amplio análisis de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, sobre más de 130 rasgos y millones de parejas a lo largo de más de un siglo.
«Nuestros hallazgos demuestran que las aves del mismo plumaje tienen más probabilidades de juntarse», afirma la primera autora, Tanya Horwitz, doctoranda del Departamento de Psicología y Neurociencia y del Instituto de Genética del Comportamiento (IBG). La investigación, publicada el 31 de agosto en la revista Nature Human Behaviour, confirma lo que los estudios individuales han insinuado durante décadas, desafiando el viejo adagio de que «los polos opuestos se atraen».
Según la publicación, entre el 82% y el 89% de los rasgos analizados —desde las tendencias políticas hasta la edad de la primera relación sexual o los hábitos de consumo de sustancias— mostraban más probabilidades de parecerse que de no parecerse. Sólo en el 3% de los rasgos, y sólo en una parte del análisis, los individuos tendían a formar pareja con quienes eran diferentes a ellos.
Además de arrojar luz sobre fuerzas invisibles que pueden moldear las relaciones humanas, tiene importantes implicaciones para el campo de la investigación genética. «Muchos modelos genéticos suponen que el apareamiento humano es aleatorio. Este estudio demuestra que esta suposición es probablemente errónea», señala Matt Keller, autor principal y director del IBG, señalando que lo que se conoce como «apareamiento asortativo» —cuando individuos con rasgos similares se emparejan— puede sesgar los resultados de los estudios genéticos.
Una mirada retrospectiva de más de un siglo
Para el nuevo trabajo, los autores realizaron tanto una revisión, o metaanálisis, de investigaciones anteriores como su propio análisis de datos originales. En total, examinaron 22 rasgos en 199 investigaciones que incluían millones de copadres, parejas de novios, parejas casadas o parejas que convivían. El ensayo más antiguo se realizó en 1903.
Además, los expertos utilizaron un conjunto de datos llamado Biobanco del Reino Unido para estudiar 133 rasgos, entre ellos muchos poco estudiados, en casi 80 000 parejas de distinto sexo en el Reino Unido.
Las parejas del mismo sexo no se incluyeron en la investigación. Dado que los patrones pueden diferir significativamente, por lo que los autores los estudian ahora por separado.
En ambos análisis, rasgos como las actitudes políticas y religiosas, el nivel educativo y determinadas medidas del coeficiente intelectual mostraron correlaciones especialmente altas. Por ejemplo, en una escala en la que cero significa que no hay correlación y 1 que las parejas siempre comparten el rasgo, la correspondencia para los valores políticos fue de 0,58.
Los relacionados con el consumo de sustancias también mostraron correlaciones elevadas: los fumadores empedernidos, los bebedores habituales y los abstemios tienden a formar pareja con quienes tienen hábitos similares.
Mientras tanto, características como la altura y el peso, las condiciones médicas y los rasgos de personalidad demostraron correlaciones mucho más bajas, aunque positivas. Por ejemplo, el neuroticismo fue de 0,11. Para otros, como la extroversión, no había mucha correspondencia.
«La gente tiene todas esas teorías de que a los extrovertidos les gustan los introvertidos o a los extrovertidos les gustan otros extrovertidos, pero la realidad es que es como lanzar una moneda al aire: los extrovertidos tienen las mismas probabilidades de acabar con extrovertidos que con introvertidos», señala Horwitz.
En algunas raras ocasiones, los polos opuestos se atraen
En el metaanálisis, los investigadores no encontraron «ninguna prueba convincente» de que los polos opuestos se atraigan. En la muestra del Biobanco del Reino Unido sí encontró un puñado de rasgos en los que parecía haber una correlación negativa, aunque pequeña.
Entre estos factores están el cronotipo (si alguien es una «alondra matutina» o un «búho nocturno»), la tendencia a preocuparse y la dificultad auditiva. Aún así, los investigadores señalaron que deben realizarse más estudios para desentrañar estos hallazgos.
El rasgo en el que las parejas tenían más probabilidades de ser similares fue, como era de esperar, el año de nacimiento. Pero incluso condiciones poco estudiadas, como cuántas parejas sexuales había tenido una persona o si había sido amamantada de niña, mostraban cierta correlación.
«Estos resultados sugieren que, incluso en situaciones en las que tenemos la sensación de poder elegir sobre nuestras relaciones, pueden existir mecanismos entre bastidores de los que no somos plenamente conscientes», afirma Horwitz.
Implicaciones para la próxima generación
Los autores señalan que las parejas comparten rasgos por diversas razones: algunas crecen en la misma zona, otras se sienten atraídas por personas parecidas a ellas y algunas se parecen más cuanto más tiempo pasan juntas.
Dependiendo de la causa, puede haber consecuencias posteriores. Por ejemplo, explica Horwitz, si las personas bajas tienen más probabilidades de tener descendencia con personas bajas y las personas altas con personas altas, podría haber más personas de estaturas extremas en la siguiente generación. Lo mismo ocurre con los rasgos psiquiátricos, médicos o de otro tipo.
Incluso podría haber implicaciones sociales. Por ejemplo, algunos pequeños estudios anteriores han sugerido que en Estados Unidos cada vez es más probable que la gente se empareje con personas con un nivel educativo similar, una tendencia que, según algunas teorías, podría ampliar la brecha socioeconómica.
Cabe destacar que el nuevo estudio también demostró que la fuerza de las correlaciones de los rasgos difería entre poblaciones. Los autores sospechan que es probable que también cambien con el tiempo.
Los investigadores advierten de que las correlaciones descubiertas son bastante modestas y no deben exagerarse ni utilizarse indebidamente para promover una agenda (Horwitz señala que la investigación sobre el apareamiento asortativo fue, trágicamente, cooptada por el movimiento eugenésico).
Lo que sí esperan es que el estudio suscite más investigaciones en distintas disciplinas, desde la economía a la sociología, pasando por la antropología y la psicología. «Esperamos que la gente pueda utilizar estos datos para hacer sus propios análisis y aprender más sobre cómo y por qué la gente acaba en las relaciones que acaba», exhorta la experta.
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