No es una berlina, ni un cupé, ni un crossover. El Citroën C4 X es un encuentro entre varios mundos
Vincent Cobée es uno de esos tipos que ha llegado donde está, a la Dirección General de Citroën, por muchos méritos. Entre otros, el de saber escuchar al mercado. A Cobée cada día le llegan multitud de sugerencias, estudios de marketing y formas de ver el futuro del automóvil pero, entre tanta información, llamó su atención una petición que venía por parte de los consumidores: algunos conductores reclamaban una berlina como las de siempre, como las que triunfaban en la segunda mitad del siglo XX.
Cobée, tras verificar con los distintos departamentos de la empresa que la propuesta tenía recorrido, aceptó revolucionar la gama. El Citroën C4 X y el C5 X fueron la respuesta.
El Citroën C4 X es un coche a caballo entre un coupé, un SUV y una berlina. Es ese eslabón perdido entre diferentes tipos de carrocerías que se comercializa en versión eléctrica, pero también con motores de gasolina y diésel BlueHDi.
Europa aprieta
Los motores BlueHdi de Citroën nacieron en 2013 para dar respuesta a las exigencias europeas en materia de reducción de emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) y de dióxido de carbono (CO2). Su innovación respecto a los diésel que existían se basó en añadir a los ya conocidos catalizadores y filtros de partículas, la tecnología SCR (Selective Catalitic Reduction) que lograba reducir hasta un 90% de la emisión NOx. El Citroën C4 X salía al mercado con todos los honores y los vistos buenos de Bruselas en materia medioambiental. Está por ver qué conejo sacará Citroën de la chistera cuando entre en vigor la normativa Euro 7 en 2025, aún más restrictiva.
La línea descendente del techo del Citroën C4 X choca con una altura libre al suelo más cerca de lo que se estila en los SUV que en los coupés.
Mientras tanto, el Citroën C4 X campa a sus anchas por un mercado ahíto de SUVs. Y lo hace con una longitud de 4.600 mm para que vayan cómodos los pasajeros de las plazas traseras y quepan en el maletero sus equipajes. Pero todo esto sin perder el estilo, que para eso es una marca francesa aunque el coche se fabrique en Villaverde, Madrid. Ese glamour se traduce en una línea de techo descendente tipo coupé que sin embargo se enfrenta a una altura libre al suelo más cercada a lo que se estila en los SUV que en los coupés. El caso es que el conjunto no desagrada, incluso parece un poco deportivo.
Efectos especiales
Desde que a Elon Musk le diera por convertir los coches en videojuegos andantes, pocos fabricantes se han sustraído a los dictados de la tecnología de infoentretenimiento. Apenas el Mazda MX-5 ha sido capaz de mantener intacta su personalidad de roadster biplaza con la que nació en 1989. Prácticamente el resto de las marcas y modelos han entrado al juego de un delirio de pantallas y efectos especiales en el que no todo siempre es tan intuitivo como debiera. Citroën no es una excepción. El sistema My Citroën Drive Plus está diseñado para permitir a los conductores personalizaciones a través de su sistema de “widgets”. También tiene reconocimiento de voz hasta en ocho idiomas y actualizaciones online del sistema, en algunas ocasiones previo pago. Sí resulta muy interesante que el coche cuente con cuatro tomas USB (de tipo A y tipo C) para facilitar la recarga de teléfonos o tabletas: dos en la parte inferior de la consola central y dos en la parte trasera.
Así se conduce el Citroën C4 X
El Citroën C4 X está construido sobre la plataforma CMP del grupo Stellantis. Esta arquitectura se utilizó por primera vez en el DS 3 Crossback y desde entonces ha servido como base para otros modelos como este C4 X, el Peugeot e-2008, el Opel Mokka-e o el Jeep Avenger. Es una estructura que en el caso de C4 X, con una distancia entre ejes de 2.670 mm, ofrece una suspensión denominada Progressive Hydraulic Cushions. Se trata de un sistema en el que una serie de fluidos amortiguan la energía de los impactos y hacen la marcha más suave y confortable, muy al estilo de lo que le gusta a los franceses y a los americanos. Para los que quieran más deportividad, está el modo de conducción Sport. Si bien no actúa sobre la suspensión, sí lo hace sobre la respuesta del motor y sobre una caja de cambios automática de ocho velocidades que contribuye a que en la versión diésel el consumo sea realmente bajo, apenas 5,4 litros a los 100 en carretera.