En el año 1980, el mundo logró una gran victoria. La viruela, una enfermedad infecciosa devastadora y con frecuencia mortal que había plagado a la humanidad durante siglos, fue declarada erradicada por la Organización Mundial de la Salud.
Pero en casi 40 años, la tecnología ha cambiado y las consecuencias pueden no ser del todo agradables. Oficialmente los únicos restos del virus que provoca la viruela (Orthopoxvirus: Variola virus) se encuentran en dos laboratorios de bioseguridad en EE. UU. y Rusia.
Sin embargo… Dos años atrás, un equipo de científicos, liderados por David Evans, usaron fragmentos de ADN clonado (pedidos por correo ordinario) para crear una versión sintética de un virus extinto de la viruela.
Aunque la quimera obtenida no era la viruela que afecta a los humanos, sí era lo suficientemente similar para señalar que era posible que este virus volviera a la vida. Y las alarmas se dispararon: el departamento de defensa de EEUU solicitó un informe para saber cómo reaccionar ante un ataque bio-terrorista y el gobierno dio la orden de aprobar vacunas contra posibles infecciones.
Pero la iniciativa no quedó allí. Ayer mismo, un comunicado de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) volvía a despertar alertas. La experta Raina MacIntyre lideró un equipo que llevó a cabo una simulación conocida como Ejercicio Mataika.
“A través de modelos matemáticos de la transmisión de la viruela – explica MacIntyre en el comunicado –, simulamos un ataque bioterrorista a gran escala”. Los resultados, publicados en dos estudios en Global Security, evidencian lo que podría suceder si se produjera un ataque de viruela sintética en el Pacífico. La simulación comienza en las islas Fiji.
“El primer caso de viruela hemorrágica se produce en un hospital privado en Fiji – explican los autores –, pero el diagnóstico se pasa por alto, ya que los médicos no están familiarizados con la enfermedad. Hay que esperar a que se identifiquen múltiples casos al Ministerio de Salud y Servicios Médicos para que el diagnóstico de viruela aparezca”.
El hipotético brote ya se ha extendido a 200 personas, con una tasa de mortalidad de alrededor del 40%. El sistema de salud local se ve abrumado y los informes de la prensa crean un pánico masivo. Solo han pasado 13 días.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declara una emergencia y comienza a implementar vacunas, mientras que Interpol identifica el brote como un ataque bioterrorista.
Los aeropuertos y puertos comienzan a cerrarse, pero ya hay más de 2.000 infectados y el personal sanitario comienza a verse afectado por la enfermedad. Cuando llegan a Fiji 32.000 dosis de vacunas, se produce un ataque a mayor escala en un país mucho más grande y más poblado de Asia.
«En el peor de los casos, en el punto más alto de la epidemia, en todo el mundo, solo el 50%de los casos de viruela están aislados … y solo el 50% de los contactos son identificados y vacunados, lo que provoca un estallido catastrófico – añaden en el estudio –. En estas condiciones, los modelos muestran que tomará más de mil millones de dosis de vacunas y 10 años para detener la epidemia. En la fase final de la epidemia, que se convierte en una pandemia, la fuerza laboral se ve diezmada, lo que deja en peligro las infraestructuras críticas: el transporte, la energía, las comunicaciones y los suministros de alimentos. La confianza en el gobierno y las estructuras de autoridad ha desaparecido, y los intentos legítimos de comunicación por parte de las autoridades son vistos con sospechas”.
Afortunadamente, este escenario catastrófico sigue siendo puramente hipotético por ahora, pero los expertos dicen que debemos realizar pruebas como esta, especialmente porque indican lo poco preparados que estamos para lo que algún día podría suceder de verdad.
Juan Scaliter