Nos rascamos la nariz, nos frotamos los ojos o jugueteamos con el pelo: el principal objetivo de tocarnos la cara es tranquilizarnos
¿Cuántas veces crees que te tocas la cara a lo largo de un día? ¿Quizá diez veces o más bien 30? Según un estudio de 2020 sobre esta cuestión, se calcula que son unas 50 veces por hora. Es decir, la friolera de 800 acciones de este tipo al día.
Algunas de ellas tienen un simple propósito: nos arreglamos el pelo, nos rascamos el picor de nariz o nos frotamos los ojos porque estamos cansados. Sin embargo, esos toques intencionados sólo constituyen una fracción de las ocasiones en que nos llevamos los dedos a la cara. Por lo tanto, la mayoría de esos toques se hacen sin motivo aparente.
Según teorías recientes, tocarse la cara inconscientemente sirve para reducir el estrés y ayuda a regular el equilibrio emocional. Pero ¿hasta qué punto tocarse la nariz, la boca o la frente mejora el estado de ánimo? Ahora está claro que, en general, el tacto favorece la salud. No sólo alivia la ansiedad y la tristeza, sino también el dolor y la hipertensión. Sin embargo, la mayoría de los estudios que lo han sacado a la luz se centraban en el contacto de la piel con otras personas, por ejemplo en forma de masajes o abrazos.
Las caricias faciales inconscientes ayudan a regular el equilibrio emocional
¿Puede usted regalarse una caricia reconfortante? Para averiguarlo, un equipo dirigido por la psicóloga social Aljoscha Dreisörner expuso a 159 adultos a una situación que provoca mucho estrés a la mayoría de ellos: se les pidió que pronunciaran un discurso improvisado y luego realizaran cálculo mental ante un público.
Algunos de los sujetos de la prueba fueron abrazados por otra persona durante 20 segundos antes de la actuación, mientras que a otros se les pidió que se tocaran a sí mismos durante el mismo tiempo, por ejemplo, acariciándose la mejilla con la mano. El resto permaneció completamente intacto. En el transcurso del experimento, los investigadores midieron repetidamente la hormona del estrés cortisol en la saliva de los sujetos de prueba. El resultado: los que previamente habían sido abrazados o se habían tocado a sí mismos mostraron un menor aumento de los niveles de cortisol. Al parecer, tanto tocar a otros como tocarse a uno mismo amortiguaba la respuesta de estrés físico.
Sin embargo, no todos los que se tocaban a sí mismos se habían tocado la cara. Algunos también se acariciaban el brazo o se ponían las manos en el pecho si lo preferían. Por tanto, seguía sin estar claro hasta qué punto era importante la cara como lugar de autotocamiento. Sin embargo, un estudio publicado en 2019 demostró que los dedos se mueven hacia la cara con especial frecuencia en momentos emocional o cognitivamente exigentes. Esto podría ayudarnos a dominar las tareas en cuestión.
En un estudio de 2014, un equipo dirigido por Martin Grunwald, de la Universidad de Leipzig, también demostró un patrón especial de actividad cerebral que se produce cuando los sujetos de prueba se tocan espontáneamente la cara. Utilizaron la electroencefalografía (EEG) para registrar las ondas cerebrales de 14 sujetos de prueba mientras se les pedía que memorizaran algo, aunque estuvieran distraídos por un fuerte ruido ambiental. El patrón de EEG asociado a la búsqueda de la cara indicaba una forma de autorregulación que mantenía la capacidad de memorizar a pesar de las condiciones difíciles. Sin embargo, no se producía cuando se pedía a los sujetos que se tocaran la cara. La espontaneidad fue crucial.
Aunque todavía hay pocas investigaciones sobre el autotocamiento, estas pruebas sugieren que tocarse la cara puede aliviar el estrés. Así que la próxima vez que tu compañero o colega se toque la nariz con frecuencia, no dudes en preguntarle si todo va bien.
REFERENCIA
How Frequently Do We Touch Facial T-Zone: A Systematic Review