Hay pistas… y pistas de pruebas. Y también está la Luna, donde Michelin va a experimentar soluciones que incorporarán tus próximos neumáticos.
En la Luna hay silicio, magnesio, hierro, aluminio, algo de cromo, titanio, magnesio… Aire no hay. Ni siquiera en las ruedas que está diseñando Michelin para un vehículo tripulado denominado LTV (Lunar Terrain Vehicle) que se prepara a conquistar el Polo Sur de la Luna. En esa parte de nuestro único satélite natural, las temperaturas pueden subir por encima de los 100º C y bajar de los -240ºC. “Es muy difícil encontrar componentes que se adapten a situaciones tan extremas sin perder sus cualidades. Incluso el gas neon estaría casi en su punto de congelación”, explica Isidoro Barba, doctor en Química Orgánica por la Universidad de Murcia. Para encontrarlos, los ingenieros de Michelin han buscado soluciones en el biomimetismo, una ciencia que imita nuestro entorno natural. Lo que han hecho es observar cómo la naturaleza da respuestas sencillas a problemas complejos.
Un referente para los científicos
Fue la bióloga estadounidense Janine Benyus quien popularizó el término biomimetismo cuando publicó en 1997 una obra de referencia para muchos investigadores. “Biomimicry: innovation inspired by nature“. Abría así la puerta a plantear la relación del ser humano con la naturaleza desde otro ángulo. Y eso es lo que están haciendo en Michelin para afrontar su aventura lunar.
El reto es mayúsculo no solo por las temperaturas extremas del Polo Sur de nuestro satélite, sino también porque el LTV (Lunar Terrain Vehicle) tiene que ser capaz de soportar la radiación solar, la estelar y garantizar además la fiabilidad mecánica y la tracción en terrenos agresivos. Cuatro holdings internacionales, AVL, Boeing y Northrop Grumman junto con Michelin, bajo el paraguas de Intuitive Machines, están involucrados en este proyecto de la NASA que permitirá –como diría Neil Armstrong– dar un gran salto a la humanidad, aunque uno pequeño para los astronautas que alunicen en 2030, cuando iniciará las operaciones el LTV.
¿Qué hace una marca de neumáticos en la Luna?
Para Michelin la Luna es un campo de pruebas como no hay otro. Allí puede experimentar nuevas soluciones medioambientales, modelos de tracción, materiales y tecnologías que en el futuro se trasladarán a los automóviles de calle. Y va a hacerlo partiendo de neumáticos sin aire producidos con un sistema de impresión 3D, un desarrollo que ya Michelin presentó en la cumbre de movilidad sostenible Movin’On de 2019 cuyo propósito es contribuir a la visión cero emisiones de la marca en 2050.
Aquel diseño basaba su originalidad en una estructura alveolar flexible y robusta similar a la de los corales. Fue el biomimetismo llevado a su expresión más práctica o, lo que es lo mismo, a evitar que cada año se desechen 200 millones de neumáticos por pinchazos, desgaste irregular por presión inadecuada, etc.
El desafío ahora es llevar ese concepto biomimético a la Luna para poder implementar muchas de sus soluciones en tus próximos neumáticos. ¿Podrán hacerlo? De momento, los ingenieros de la marca se han ido al volcán Lemptégy, en Francia, al igual que en 1992 hicieron Harrison Schmitt, el último astronauta que caminó sobre la Luna, y Pete Conrad, el tercer hombre que pisó el suelo lunar. La superficie del Puy de Lemptégy, como se le conoce, tiene una particularidad que la asemeja al firme lunar. Es un volcán de tipo efusivo con un cono de áspera escoria negra y roja de 50 metros de altura. ¡Perfecto para los ingenieros de Michelin!
Esto viene de antiguo
La colaboración de Michelin con la NASA no es nueva. En los años 90 ya comenzaron a suministrar neumáticos para el aterrizaje de trasbordadores espaciales, una operación sumamente complicada. Los neumáticos pisaban el suelo a velocidades de entre 346 y 682 km/h, muy lejos de los 260 km/h de un avión comercial y mucho más de los 120 km/h permitidos en nuestra red vial. Para entonces, la aviación ya llevaba mucho tiempo estando presente en la marca. ¿Cuánto?
El neumático que equipará el Lunar Terrain Vehicle con el que la Nasa irá la Luna no tendrá aire y será capaz de soportar temperaturas imposibles
Michelin jugó un papel crucial durante la Primera Guerra Mundial al ofrecer sus servicios al gobierno francés. No solo fabricaron neumáticos para aviones, sino que también se involucraron en la producción de aeronaves y en la construcción de la primera pista pavimentada del mundo en Aulnat, cerca de Clermont-Ferrand. Las instalaciones que crearon permitían el despegue y aterrizaje de aviones incluso con terribles condiciones atmosféricas. Casi sin pretenderlo, Aulnat se convirtió en una pista de pruebas extraordinaria como en pocos años lo será la Luna.
Pero la aventura espacial no ha empezado ahora para el fabricante. En la primera década de este siglo desarrolló el Michelin Lunar Wheel, la piedra angular que ahora servirá de base para su nueva estrategia galáctica. Entonces, este prototipo atrajo la atención de los medios especializados porque mantenía la flexibilidad y el contacto con el suelo sobre superficies rocosas y cráteres lunares. Pero lo que la NASA valoró principalmente fue que con una masa reducida, tenía una capacidad de carga 3,3 veces más eficiente que los neumáticos originales del vehículo lunar Apollo.
Los materiales y su composición exacta forman parte del capítulo de los secretos mejores guardados de la marca. Lo que sí desvelaron es que la banda de rodadura, desarrollada en colaboración con la Universidad de Clemson y Milliken & Company, permitía a los vehículos lunares mantener la tracción a temperaturas muy bajas. ¿Tanto como para soportar el frío lunar? La respuesta es sí. El Michelin Lunar Twell se montó en el Scarab Rover, un robot lunar diseñado por la Universidad Carnegie Mellon, en cooperación con el Programa de Desarrollo de Tecnología de Exploración de la NASA. Estaba equipado con un taladro para cortar capas de suelo lunar y era capaz de operar en la oscuridad y a temperaturas extremadamente frías con poca potencia.
Si Michelin conquistará la Luna o no dependerá de si todos los socios involucrados en el programa de Intuitive Machines cumplen con su hoja de ruta. Michelin, de momento, ya ha mostrado su autoridad en los océanos, o al menos ha asestado un golpe estratégico a la contaminación en los mares con su proyecto Wisamo. Se trata es un sistema de velas automatizado, telescópico e inflable que se puede instalar tanto en buques mercantes como en embarcaciones de recreo. El principio de funcionamiento se basa en enormes paneles hinchables de 100 m2 que aprovechan el viento –una fuente de propulsión gratuita, universal e inagotable–, de manera que el consumo de combustible y las emisiones se reducen en un 20%.
La estrategia en la Luna será muy diferente a la de Wisamo, pero seguro que Michelin, una vez más, logrará sacarse un conejo de la chistera. En 2030 lo veremos.